Boca venció a River 2 a 0

0
277

(Aeronoticias) Los hinchas locales aprovecharon para cargar a sus históricos rivales.
Boca Juniors consiguió hoy un triunfo categórico, que si bien no reflejó lo que pasó en la cancha, su efectividad y la suerte lo metió en la lucha por el título del torneo Clausura de fútbol y el ingreso a la Copa Sudamericana, sino porque además le dio un empujón más a River Plate, el archirrival de toda la vida, a la zona de Promoción.

Por eso había que ver los rostros tantos de los hinchas boquenses como los de los riverplatenses en la mítica Bombonera.

Boca venció a River 2 a 0
Foto: Reuters

El contraste era evidente: unos exultantes, en el éxtasis, saboreando las mieles del éxito; otros inmersos en la más profunda de las tristezas, tratando de encontrar razones para explicar el peor momento en la historia del club.

¿O acaso alguien podía imaginar este cuadro: Boca dándole un empujoncito al abismo, entiéndase como abismo al tan temido descenso, a River, el rival de toda la vida?

Ni el más optimista de los simpatizantes locales ni el más pesimista de los visitantes. Nadie, ni siquiera un hincha neutral.

Por eso había que ver las caras de unos y otros; escuchar las palpitaciones de 40 mil hinchas; sentir el clima en un estadio completo.

Alguien dijo, alguna vez, que un Boca-River es uno de los 10 espectáculos mundiales que habría que presenciar antes de morirse. Cuánta verdad. Reventa de entradas en valores astronómicos (de 800 a 2.000 pesos) le dieron la razón a ese enunciado.

Los hinchas boquenses (desde el más joven hasta el más viejo) podrán contar que un día (el 15 de mayo de 2011) su equipo le propinó uno de los golpes más duro a su eterno rival.

Mucho más duro que la racha de 13 partidos sin derrotas en la era de Daniel Alberto Passarella como entrenador de River. Mucho más duro que las dos eliminaciones en la Copa Libertadores de América: una en los cuartos de final del 2000 (con el memorable gol de Martín Palermo en el 3-0 en La Boca) y la otra en las semifinales del 2004 (recordado por jugarse sin público visitante en ambos cotejos). Más duro que todo.

Pero toda historia tiene un inicio: La Bombonera se llenó a medida que transcurrió la tarde. Los hinchas locales vistieron hoy más que nunca el estadio de azul y oro desde temprano. Ya a las 14.30 la cancha tenía un marco multitudinario.

La salida del equipo de Julio César Falcioni fue extraordinaria. Mucho color, mucho calor (ideal para una jornada casi invernal), mucha pasión. Y muchos papelitos, muchas plumas, muchas banderas con los colores del club.

La gente propuso y el equipo dispuso. Tuvo un comienzo interesante, un cuarto de hora en el que River lo superó y tres minutos en los que liquidó la historia con virtudes propias y culpas ajenas.

El principal culpable de la derrota «millonaria“ fue su habitual figura: el arquero Juan Pablo Carrizo, quien jugó el peor partido del torneo. De héroe a villano en tan sólo tres minutos.

Primero se hizo un gol en contra ante un tiro de esquina desde la izquierda de Pablo Mouche; y después opuso escasa resistencia ante el gol de Martín Palermo. Paradojas del destino, el «Titán“, quien jugó su último superclásico, sentenció la historia, la que siempre lo tiene como protagonista.

Ya en el segundo tiempo, Falcioni le regaló el momento esperado: a los 35 minutos lo sacó de la cancha para que le rindieran tributo al optimista del gol. El abrazo con Juan Román Riquelme, cesión de brazalete de capitán mediante, fue la foto de la tarde.

Se sabe que el 9 y 10 no son amigos. Están lejísimo de serlo. Pero el momento motivó eso. Un gesto de afecto, tal vez más de respeto entre dos ídolos indiscutidos del club.

Riquelme, en tanto, empezó a jugar a partir de que River se desdibujó y en tiempo de descuento cuando le dejó su lugar a Ricardo Noir también tuvo su reconocimiento. El de un estadio extasiado.

A las letras de la palabra «Promoción“, de la «B“, de la bandera con un «fantasma“, de todo el ingenio de la hinchada boquense, se le sumaron al final de la jornada los cánticos en alusión a la chance de descenso que puede llegar a vivir River.

«A la Promoción, a la Promoción, a la promoción che gallina, a la Promoción“, fue una de las canciones que sonó más fuerte. Como así también el clásico «se van para la B, se van para la B, ya se van, se van para la B“.

Era la fiesta local, la pesadilla de River. Un momento único en la historia del fútbol. El día en que Boca disfrutó de la más dulce de todas las victorias. Fuente: El Litoral

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here