CORPUS, COMPAÑERO DE TERTULIA

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Los recuerdos sobre el periodista español y la tertulia en “Pancho Fierro”, en palabras del artista Fernando de Szyszlo

Recuerdo siempre la impresión que tuvo Ciro Alegría cuando conoció a su maestro de escuela, un triste caballero que más tarde sería el más grande poeta peruano: César Vallejo.  Ciro Alegría lo describía como “un árbol deshojado”.  ¿En el caso de Corpus Barga, cuál fue la impresión plástica que despertó en usted al momento de conocerlo?

Lo conocí en la peña “Pancho Fierro”, un sitio donde caían todas las personas importantes de pensamiento liberal que pasaban por Lima.  Había llegado a Lima en 1948 y desde que lo conocí me impresionó por ser una persona con una vida tan fantástica que a veces parecía increíble.  Porque Corpus podía hablar de su amistad con Unamuno, de haber ido en un avión cargado de oro, manejado por André Malraux, desde Madrid hasta Viena, a comprar un barco checo que tenía municiones para la República española.  

Claro, en la Lima de esa época nos resultaba inverosímil.  Pero más tarde, cuando leí la autobiografía de Ilya Ehrenburg, el escritor comunista, me confirmó las relaciones de Corpus.  Por ejemplo, cuenta que las únicas personas que estaban en el entierro de Modigliani eran él, Diego Rivera, Picasso y alguien más que no logro recordar.
 
¡Qué decirle más de Corpus! A Corpus lo llevé al entierro de José María Arguedas, ambos lo conocíamos muchísimo.  Ambos estábamos un poco impresionados de cómo se había explotado políticamente el entierro de una persona que era tan discreta como fue José María.

   

fernando de Szyszlo

Siempre me he preguntado el porqué Corpus Barga se asienta en el Perú, un país donde se perseguía a los republicanos españoles…

Yo me lo he preguntado también muchas veces. Porque los republicanos españoles en México y en Chile fueron acogidos con los brazos abiertos. Y aquí más bien eran mal vistos. No digo en la época de Benavides que es cuando sucede la República española, sino después de la Segunda Guerra Mundial.  Pero me imagino que mucho tuvo que ver que Andrés, su hijo, fue nombrado gerente de Air France en Lima.  

¿Como era Corpus como compañero de tertulia?  Tengo entendido que era un hombre muy sencillo…

Yo sí hasta el fin de sus días lo frecuenté, lo admiré, y disfruté de una conversación inagotable. Había sido amigo de Rubén Darío, de Miguel de Unamuno.  No había persona de la que no era amigo: de Malraux, etc. Era un hombre fascinante y, además, tan cordial y tan poco arrogante. Nos juntábamos como un grupo de amigos. Llegábamos a las siete y nos íbamos a las diez, todos los días de semana. Por allí pasaba toda persona interesante. Allí estaba María Casares, León Felipe, Pablo Neruda, Pedro Salinas. No hay ninguna persona interesante que haya pasado por Lima que no cayera en la peña “Pancho Fierro”.  Y Corpus iba todas las semanas.

Corpus Barga tiene múltiples facetas literarias. Lo conocemos como poeta, novelista, cronista y escritor de artículos de opinión. ¿Cuál es la que usted aprecia más?

Yo creo que me quedo con el periodista de clase excepcional que era. Esos periodistas que no son meramente transmisores de noticias sino analistas en profundidad de lo que pasa, aquellos que son historiadores del mundo contemporáneo. Era una persona tan inteligente y tan centrada.  Sabía tan bien lo que era el bien y el mal.

Tuvo una activa vida política que tradujo con su pluma.

El ambiente aquí era hostil a la República española, la gente era franquista.  Los diarios eran franquistas.  Entonces, él mantuvo una discreción absoluta sobre su opinión política. El grupo de la peña “Pancho Fierro” era considerado un grupo comunista, a pesar de que no lo era.  De ese grupo, Emilio Westphalen había estado preso por republicano, por partidario de la República española.  Arguedas narra esto en El Sexto.  Todos eran gente de izquierda.  Y, seguramente, ahí era donde Corpus se sentía más cómodo.  

Fernando de la Fuente describe a Corpus Barga como un tipo de insólita firmeza en sus convicciones pero de un saludable y deportivo cosmopolitismo.

Exacto, perfectamente descrito.  Porque era una persona totalmente tolerante a la manera de pensar de los otros.  Sin embargo, guardaba una coherencia profunda con su manera de pensar.

Corpus fue un gran admirador del arte plástico.  ¿Alguna vez le habló sobre sus preferencias en la pintura?

Corpus era muy familiar con la pintura sobre todo francesa y española.  Es decir, con Miró, con Picasso, con el grupo español republicano que estaba en París.  Él estaba muy al tanto de eso.  Después no sé si siguió interesado en la evolución de la pintura en Europa.  En todo caso, nunca fue una persona conservadora, siempre estaba al lado de las búsquedas más recientes.

En sus memorias, Corpus pasa de un tema a otro con la misma seriedad a pesar de que no todos los contenidos son importantes.  Por ejemplo, cuando visita a Silverio Lanza realiza toda una meditación acerca de los “huevos fritos”.  Estructura un análisis de por qué los huevos fritos y los huevos cocidos implican, incluso, un rasgo de personalidad.  ¿En sus pláticas tenía también esa costumbre de darle interés a temas tan simples?

Sin duda.  De todas las cosas sabía encontrar el lado grave.  Es decir, todas las cosas son graves si uno las sabe mirar.  Entonces, él siempre daba la impresión de que sabía encontrar en cosas pueriles significados profundos.  Pero todo eso estaba revestido de una sencillez, de una jovialidad, que uno nunca tenía la impresión de estar ante una persona de un intelecto tan rico, tan maduro, tan poderoso.  Era una persona totalmente sencilla que se divertía con las palabras.   

Me acuerdo como le divertían los títulos del diario Última Hora, que era sensacionalista.  Cierto día sacó del bolsillo un titular recortado de Última Hora que daba cuenta de un tipo a quien le habían dado una puñalada en el estómago.  El titular decía: “Lo desmondongaron”.   

En virtud a sus casi 20 años al frente de la Escuela de Periodismo de San Marcos, me imagino que tenía un especial afecto a esta Universidad y a nuestro país...

Creo que tenía un gran respeto por San Marcos, por toda la tradición de San Marcos, que no sólo implica tantos años de existencia sino también de lucha por la democracia.  Eso y el cariño por el Perú es indudable.  Siempre se sintió en el Perú como si fuera un peruano.  Para nosotros que lo veíamos tanto era un amigo más, un peruano.  Quizá su acento o sus recuerdos nos hacían caer en la cuenta de que era español: había vivido la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española.  Pero sin duda lo que lo marcó fue la Guerra Civil Española.

¿Cuál es la influencia de estas tertulias con Corpus Barga en su obra?

Sin duda hay mucha influencia.  Mi generación era la de los chicos, nosotros éramos los muchachos.  Todas eran personas mucho mayores que nosotros.  Sebastián Salazar Bondy, Javier Sologuren, Eielson y Blanca Varela estábamos entre personas mucho mayores que tenían una trayectoria ya establecida.  Entonces, indudablemente que la influencia que produjo en nosotros está inamovible.

 

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