(Aeronoticias)- En un verdadero dolor de cabeza se ha convertido para el Consell, La presunta oferta de compra de un grupo hispano-libio por el aeropuerto de Castellón. Especialmente cuando desde la Generalitat se intenta buscar una salida y que se deje de hablar de una vez por todas de una infraestructura que se ha convertido en icono de la mala gestión del PP.
El vicepresidente y portavoz, José Ciscar, acabó este viernes por evidenciar la irritación del Consell con el presidente de Aerocas, Carlos Fabra, luego de enmendar la plana al consejero de Economía, Máximo Buch, primero, y al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, después.
Consultado por las contradicciones entre el plazo dado por el jefe del Consell para descartar la oferta del grupo hispano-libio —hasta las cero horas del lunes— y el ofrecido por Fabra —que lo amplió varios días más—, Ciscar respondió: “El presidente de la Generalitat ha dicho que a lo largo de esta semana y ese señor que podía ser el lunes o el martes. Nosotros vamos a esperar hasta el domingo que acaba el plazo”.
Ciscar argumentó que, si llega el aval bancario de que el grupo hispano-libio tiene solvencia para afrontar la operación, el Consell seguirá “profundizando en la negociación” pero eso no quiere decir que este cerrada.
Según explicó en sus respuestas Ciscar, no hay ninguna otra oferta vigente respecto al aeropuerto de Castellón, por lo que la Generalitat intentará ponerlo en funcionamiento para darle rentabilidad si no hay un inversor que asuma la infraestructura.
Mientras, el Gobierno valenciano anunció el viernes pasado que completará con un informe jurídico el informe técnico que están elaborando arquitectos funcionarios de la Generalitat sobre los desperfectos aparecidos en el Palau de les Arts de Valencia. Ciscar aseguró que, a partir de esos informes la Generalitat, exigirán las “responsabilidades correspondientes a todas las personas” que, según esos documentos, tengan “algún tipo de responsabilidad” en esas “deficiencias”.
El Consell reconoce públicamente la existencia de los abombamientos en el trencadís blanco que cubre las planchas de acero de la fachada. La impresión óptica es como si que la fachada del teatro se hubiera arrugado ocho años después de haberse inaugurado. Diversos arquitectos e ingenieros han advertido de que ese abombamiento acabará en un desconchado. El Palau ha costado 478 millones de euros incluidos los 40 millones de honorarios de su arquitecto, Santiago Calatrava.
