Al abrir el viejo libro, como si una vetusta energía conservada por el tiempo se accionara,
surge de entre las hojas la esbelta figura de una desecada flor que aún mantiene la frescura de sus colores.
Con orgulloso encanto muestra su tez marchita de acabados rasgos de una trémula vitalidad .
Parece proyectarse en una trama de tiempo atrapado, teniendo el supremo cuidado de no perturbar
los artesanos matices de su natural presencia.
La turgente estampa de otrora,
seguro aliento de quien acaparara
en virtual encierro su esbelta figura,
se exhuma con prodigioso brío,
buscando la luz como fiel testigo
de arrogante belleza eternizada.