Ahora son las celebraciones departamentales de enero y febrero las que conservan aquella sencillez. Porque la fiesta, la gran Fiesta Nacional de la Vendimia, del 8 al 10 de marzo como días principales, es un espectáculo de tal magnitud que sorprende a locales y extranjeros. Nacida del río y de la tierra es su lema de este año, que contará con la dirección de Alejandro Conte y el guión de Nora Meineri.
La ciudad está más linda que nunca en esta época. Y se viste de gala para compartir la cultura mendocina, la idiosincrasia del trabajo con el agua que hizo que los habitantes de esta provincia conviertan el desierto en oasis. “Es una fiesta popular que no se hace pensando en los turistas, ellos llegan a conocer nuestra forma de vida, a empaparse. Vienen muchos extranjeros y se sorprenden porque no esperan la magnitud de la fiesta, sus escenarios, sus cajas lumínicas, los cientos de bailarines y actores en escena. Además, nuestra emoción se transmite a los visitantes, sobre todo en la elección de la reina, donde cada departamento arenga a su candidata”, cuenta Mariana Alvarez, de 26 años, que trabaja en la Secretaría de Turismo local.
La fiesta se realiza en el teatro griego Frank Romero Day, con capacidad para 21.686 espectadores cómodamente sentados y rodeado de los cerros Cabernet, Pinot, Semillón y Vinagre, como los bautizó el poeta don Abelardo Vázquez, uno de los pioneros en escribir los guiones del espectáculo.
En el primero de los tres días principales se eligirá a la reina. En el día de ayer tuvo lugar la Bendición de Frutos, y la Vía Blanca de las Reinas será en la noche del viernes, los carros de los distintos departamentos con sus reinas desfilan por las calles iluminadas de la ciudad.
También el Carrusel Mañanero, que consiste en el desfile de los mismos carruajes en la mañana del sábado. Pero esta vuelta viene con escolta: agrupaciones gauchescas con trajes típicos, caballos y un largo etcétera. La marcha culminará con el mencionado acto central.
La fiesta nació en 1936 y se realizó por primera vez en el anfiteatro actual, en 1963. No sólo los jóvenes la ven desde los cerros, también se instalan allí muchas familias que no consiguieron entradas o que no tienen dinero para comprarla. Eso es una tradición menduca.