(Aeronoticias).- La historia de este hondureño espigado de 16 años es la de miles de menores de El Salvador, Honduras y Guatemala que siguen emprendiendo solos un peligroso camino hacia el «sueño americano», pese a que muchos ya fueron deportados y son perseguidos cada vez más en México.
Juan había sido arrestado en la capital mexicana y deportado hace unos meses, pero fue su propia madre la que le animó a volver a ponerse la mochila y sortear los asaltos, secuestros y asesinatos del crimen organizado en el largo camino.
«Si me matan, me matan y si sigo vivo, le doy para adelante», decía con aplomo a la AFP este chico de pantalón corto en Tenosique (Tabasco, sureste), después de un intento fracasado para subir al tren de carga conocido como «La Bestia», que ahora pasa mucho más rápido para que los inmigrantes no se monten en él.
«Quiero salir de la situación económica con mi familia y de la violencia. Huir de las pandillas, las drogas, porque si regreso a Honduras me pueden matar», aseguraba Juan, quien tuvo que caminar días enteros, a veces entre la maleza y bajo temperaturas de casi 40 grados centígrados, para alcanzar el tren en Palenque (Chiapas).
Aunque contaba satisfecho cómo hasta ese momento «sólo» le habían asaltado en Guatemala, donde le quitaron zapatos, ropa y le pusieron «una pistola en la frente», fue a pocos kilómetros del turístico Palenque donde lo detuvieron agentes que le bajaron del tren junto a otra docena de inmigrantes cerca de la medianoche.
Con el semblante pálido y asustado iluminado por linternas, Juan, cuyo nombre fue cambiado por motivos de seguridad, veía cómo su sueño se desvanecía precozmente otra vez en la parte trasera de la «perrera», la camioneta rejada de la «migra».
Fuente: El Comercio.