La conmemoración de los muertos en México continúa como un ritual vigente, en el cual se mezclan costumbres y creencias entre lo pagano y lo religioso. Esta combinación se ha mantenido por centurias, entre rezos y aromas de incienso y flores, entre el pasado y el presente. Y como cada año, los días 1 y 2 de noviembre, millones de mexicanos colocan en sus hogares ofrendas con regalos, comida y viandas que en vida gustaban sus seres queridos. En México, son días para recordar a los difuntos.
Las mesas se ven colmadas de flores, en especial la de cempasúchitl, mejor conocida como «Flor de Muerto», que de color amarillo sirve para indicar el camino de las ánimas en su visita furtiva a sus otrora moradas. Los hogares lucen mesas pletóricas de ofrendas para recordar a los fallecidos, flores, veladoras, dulce de calabaza, tejocote y camote, calaveritas de todos tamaños de amaranto, chocolate y azúcar «dan vida a los muertos». Entre alabanzas, rezos y cantos, los cementerios del país son abarrotados por millones de mexicanos que acuden a recordar a sus muertos, para hace la limpieza anual y adornar con flores y veladoras las tumbas en donde yacen los restos de los difuntos.
En todos los panteones del país se llevan flores a los muertos, la venta de coronas elaboradas a base de papel y flores son instaladas en las puertas de los cementerios mexicanos, mientras en su interior se escucha música de mariachi en memoria de algunos muertos. «La música es el mejor vehículo para invocar a los muertos porque eso les gustaba cuando estaban con vida», dijo a Xinhua el antropólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNA), Abel Rodríguez.
Entrevistado durante la instalación de la megaofrenda en Ciudad Universitaria de la capital del país, el investigador y catedrático universitario explicó que en México y en muchos países latinoamericanos la festividad a los muertos tiene una profunda veneración, al igual que en todo el mundo cristiano». El culto a los muertos en México «es una profunda mezcla entre la vida y la muerte y una comunión entre lo pagano y lo religioso que se mantiene casi intacta con el correr de los años», indicó Rodríguez. Esta celebración tiene su origen en el México prehispánico, ya que antes de la llegada de los españoles se realizaban rituales para conmemorar a los muertos, concluyó el antropólogo de la UNAM.
Y así es. Cientos de años han pasado y hoy se continúa con la tradición, quizá con más fuerza. Se hacen ofrendas, se ponen flores, se visitan los panteones, se recuerda a los muertos en casa, en la escuela o en el panteón. La festividad mexicana del Día de Muertos mantiene su popularidad frente al «Halloween» anglosajón. Sólo una minoría, entre ellos pequeños grupos de jóvenes, organizan convivios con preferencia por la fiesta de disfraces. Para algunos, el 2 de noviembre representa recordar a los seres queridos. Otros consideran importante mantener viva esta tradición.
Como parte de la tradición, grupos culturales organizan representaciones en vivo que en distintos escenarios naturales del país, desde la leyenda de «La Llorona» en el lago de Xochimilco, hasta el «Camino hacia el Mictlán» en el municipio de Ecatepec, Estado de México. En la explanada de la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se programaron este año más de 63 montajes. Son nutridas las caravanas que rinden culto a los muertos mediante la representación de las vestimentas de las distintas épocas históricas del país, desde la prehispánica hasta la actual.
La muerte es la temática, pues ahora ya nadie le huye. Al contrario, la incluye en su forma de vida, en especial en estos días, en forma de monja, de calavera, de dulce, de pan o con adornos de papel picado (recortado) en colores naranja, negro o morado. Son días de guardar y en los que los mexicanos transmiten fe, paz, respeto y unidad a las almas de sus seres queridos.