UAP: TECNOLOGÍA Y HUMANISMO

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No se imaginan la emoción que tengo en este momento. Señor Fidel Ramírez Prado, Rector de nuestra universidad, miembros del claustro, señor Presidente de la promotora, querido público, es un honor para mí estar en la Universidad Alas Peruanas.

Nunca como hoy el hombre fue tan poderoso para dominar la naturaleza, y nunca estuvo tan cerca para destruirla y destruirse así mismo. El 06 de agosto de 1945 se inició una nueva era con la explosión de la primera bomba atómica. Hoy en día existen en  Estados Unidos  aproximadamente 7200 bombas similares. En Rusia hay 6 mil y todo esto después de los acuerdos  de desarme entre líderes de ambos países. Esa primera bomba de 12,5 megatones explotó en Hiroshima  y Nakazaki. Quiero aclarar algo sobre su potencia. Si yo le preguntara a cualquiera de los presentes, cuántos centímetros de distancia hay entre Lima y este recinto en Pueblo Libre,  me dirían que es una pregunta ridícula pues la tendrían que medir en kilómetros. Con la potencia de las bombas atómicas ocurre lo mismo. Antes se las medía en kilotones, sin embargo debido a que se consiguió una mayor potencia se tuvo que inventar una nueva unidad de medida: “el megatón”. Hoy entre los cinco países que aceptan tener bombas nucleares y quienes no lo hacen, pero también las tienen, hay un total de diez mil millones de megatones. Un megatón es suficiente para destruir una ciudad como Lima, que tiene cerca de diez millones de habitantes. Hay quienes dicen que las bombas no son para lo que se piensa, que son para disuadir pero ¿qué nos asegura que no haya accidentes?  De hecho eso ya ocurrió, fue entre el 29 y 30 de agosto del 2007. Seis misiles con cabezas nucleares desaparecieron de las Fuerzas Aéreas de  los Estados Unidos. Durante treinta y seis horas nadie supo la ubicación de esos misiles. Si usáramos ese arsenal ocurriría lo que se conoce como invierno nuclear. Después de producirse grandes explosiones, la temperatura descendería y la mitad de la población moriría. Se incendiarían los arsenales de armas y todo ese humo pasaría a la atmósfera y envolvería a todo el planeta. No importa que el inicio de la guerra haya sido en el hemisferio norte; producto de todo esto, los rayos del sol no atravesarán una atmósfera limpia y sólo el 5 por ciento  lo hará reduciendo la temperatura del planeta  hasta casi en un 20 por ciento.   Haría un calor terrible y eso tendría que ser absorbido.

Nunca el hombre realizó tantos adelantos científicos como en estos tiempos, pero al mismo tiempo nunca hubo tanta desigualdad, miseria y falta de oportunidades. Tomen nota:

–    El 81% de los habitantes del mundo viven en los países menos desarrollados con un ingreso de 3500 dólares al año.
–     48% vive con menos de dos dólares por día.
–    20% con menos de un dólar por día.
–    25% no vive en viviendas dignas.
–    14% sufre de desnutrición.
–    Solo 1% de la población  tiene acceso a la educación secundaria.

Los poetas e intelectuales escribimos en diarios, revistas, páginas web, pero no llegamos al pueblo puesto que sólo ocho de cada  cien personas tiene acceso a internet. En el mundo cada día mueren 24, 000 personas, una cada tres o seis minutos. Cada medio minuto mueren por malaria, que no es un castigo de Dios porque hay tratamientos y alimentos suficientes para frenar su desnutrición y vacunas para impedir la mortandad infantil.

En el mundo se invierte dos trillones de dólares por año en armas. Si se pudiera parar sólo tres horas esta carrera armamentista, algo que no pondría en peligro a ningún país, tendríamos trescientos millones de dólares para utilizar en todos los países pobres. Si se dejara de comprar armas cuatro días, tendríamos 7500 millones para controlar la malaria .Si  paráramos de comprar armas por seis meses, tendríamos veinte años de alimentos básicos, atención primaria de salud y medicamentos en todos los países.

Un periodista de la revista Caretas me preguntaba si tenemos responsabilidad.  Yo he dicho y escrito en 1995, que la comunidad médica debe proveer atención y proteger la vida humana dejando de lado los intereses de credo, raza y política. Los profesionales de la salud  tienen que ayudar a todos los pueblos, independientemente de los problemas políticos que enfrenten.  Por lo menos eso es lo que creo. Si los médicos cumplieran con ese juramento hipocrático, nosotros conociéramos el derecho de exigir .La paz, no la recibimos. Tenemos que seguir trabajando para alcanzarla.

En el año 2004 bajo el auspicio del presidente de Italia, un grupo de intelectuales, junto a algunos ganadores del premio Nóbel de la Paz, firmamos una declaración. Quiero leerles parte de ella:

”Millones de personas se convirtieron en víctimas del hambre y naciones enteras sufren de frustración y  desesperanza lo que crea un campo fértil para el extremismo  y el terrorismo, una violencia que irremediablemente afecta a mujeres y niños. Por ello, creemos que el mundo necesita terminar con la pobreza y promover el desarrollo, la protección a los niños, su seguridad y la salud que es la más alta prioridad. Los niños merecen ser educados .Llamamos a las naciones a reducir los gastos militares y a firmar un tratado para el control de las armas y crear un nuevo orden internacional que rechace la fuerza bruta, respete a todas las etnias y a la diversidad cultural y política, y al mismo tiempo  defender la compasión y la solidaridad humana entre nosotros. Las  organizaciones premiadas con el Nóbel de la Paz, convocamos a trabajar por la realización de esos objetivos. Esta es una convocatoria que tiene un significado especial para los universitarios y analistas que encontramos en el humanismo, una concepción mental integradora de los valores humanos, la prioridad y la protección a la vida”.

Qué honor y  responsabilidad que esta bendita universidad me otorgue el título de Doctor Honoris Causa y que honor estar en la casa  de los libertadores San Martín y Bolívar. A los humanistas que soñamos con la libertad, igualdad y fraternidad queda preguntarnos ¿Existe en el humanismo la potencialidad para orientar a la nueva sociedad globalizada por carriles de supervivencia y progreso? ¿Cómo lograremos contribuir, los científicos en general y los médicos en particular, en el desarrollo de la ciencia y  tecnología en pro de la humanidad, si estamos separados de los grandes dilemas sociales, culturales y filosóficos? Las respuestas o mejor dicho la respuesta es obvia y no ofrece otra alternativa que la podamos definir como positivista. Para los científicos, la posición es clara: o se quedan encerrados en sus laboratorios separados de la cultura y las necesidades sociales de la población, o se brindan a la humanidad con una actitud humanista.

Cito al doctor Cáceres Velásquez: “El enfoque es antropocéntrico y humanista”. Yo soy un profesor de medicina y sostengo que el médico debe  ser humanista y promover el humanismo. Debe amar profunda y amorosamente a los pacientes individuales y a la población independientemente de sexos, razas y condición social. Debe amar y respetar el cuerpo humano sano o enfermo. Debe preguntarse todos  los días por lo que sienten sus pacientes y aprender. Debe participar responsablemente tanto ética como socialmente, generando diálogos y propuestas para una humanidad con vida digna y segura. El enfoque es antropocéntrico.

Humanismo y medicina sirven para aliviar el daño y enfriar las heridas y descubrir los secretos y mantener la esperanza del mañana y un consuelo en la desdicha.

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