El presidente mexicano Felipe Calderón, quien realiza estos días una visita de Estado al Reino Unido, anunció el martes que negocia con el FMI una línea de hasta 40.000 millones de dólares, todo un síntoma de los cambios que se avecinan.
Junto a Calderón, la presidenta argentina, Cristina Fernández, y su homólogo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quienes aterrizaban el miércoles en la capital británica, también han apostado por un profundo lavado de imagen de las instituciones de crédito, con una mayor representación de las economías emergentes en los órganos de decisión, un aumento de los recursos y requisitos más razonables para otorgar créditos.
"Entre las principales preocupaciones argentinas, la primera es que debe haber una reforma importante de la arquitectura del sistema financiero internacional", señaló recientemente el canciller argentino Jorge Taiana. "Una mayor democratización de los organismos en sus conducciones y, en el caso del FMI, un desarrollo de créditos sin condicionamientos a que han estado atados tradicionalmente los países", agregó.
El pasado 24 de marzo, el Fondo anunció nuevas líneas de crédito flexible, con el objetivo de abrir una ventana de ayuda a países emergentes, y un incremento de su capacidad financiera, gracias a los 250.000 millones dólares inyectados por Japón y la Unión Europea.
"Es importante que el modo de hacer política de préstamos y aplicar la condicionalidad varíe", explicó Steinberg.
"La mala prensa del FMI en América Latina viene de sus antiguos programas de ajuste. Ahora, si un gobierno está haciendo las cosas más o menos bien, se le presta sin condiciones. Esto es lo que posiblemente ven con buenos ojos los países latinoamericanos y emergentes, que van a necesitar dinero de forma inmediata para combatir la crisis", añadió.
La otra gran preocupación para la región es la ola de medidas proteccionistas como antídoto frente a la crisis internacional. Sin duda, el presidente brasileño Lula ha sido el más beligerante contra este tipo de políticas en el largo camino recorrido por los líderes del G20 desde su primera reunión en Washington el pasado 15 de noviembre de 2008 hasta su encuentro en Londres.
Brasil está empeñado en pedir a sus colegas el cierre de un acuerdo para la Ronda de Doha _que persigue la liberalización del comercio mundial_ o, en su defecto, un compromiso firme para que la Organización Mundial del Comercio supervise que los paquetes de estímulo económico no se conviertan en un arma contra las exportaciones de otros países.
"El retorno del proteccionismo no es una opción", señaló el mandatario brasileño el pasado 26 de marzo en Brasilia. "Cerrar la Ronda de Doha dejaría muy claro que el libre comercio es un logro de la humanidad que no se va a sacrificar en nombre de la crisis". Y al respecto, la modificación del sistema financiero internacional, y los nuevos instrumentos de supervisión es otro de los retos compartidos en la agenda. La regulación de paraísos fiscales, el secreto bancario y los fondos de inversión de riesgo, entre otros, para evitar que se repita una crisis como la actual será uno de los elementos esenciales de debate en Londres.
Finalmente, los tres países estarán a la expectativa de un posible plan de estímulo coordinado a nivel mundial para recuperar la economía, un asunto en el que el presidente norteamericano Barack Obama ha hecho especial hincapié, pero que Europa no ve con buenos ojos.
"Ninguna de estas medidas va a resolver la crisis, pero serán muy importantes de cara al futuro", afirmó Steinberg. "Hasta que Estados Unidos y China no remonten el vuelo, las economías emergentes seguirán rezagadas. No obstante, es decisvo para Latinoamérica estar en el foro donde se toman las grandes decisiones, donde antes no estaba".