He aquí el artículo de la periodista Iana Málaga para deleite de los lectores de El Profesional, que ya le han leído y de los historiadores de la Aviación Civil que a través de Aeronoticias ahora lo podrán tener en sus casas.
UN VUELO TAN FUGAZ
Su propietario, Newton Shelton era un empresario norteamerciano no dueño también de la aerolínea Transportes Aéreos Nacionales (TAN), con sede en Honduras. “Él consideró que era conveniente conseguir una licencia de operaciones en el Perú, porque en ese tiempo los permisos bilaterales para volar desde Honduras a otro país no eran tan buenos. Así fue como Shelton se animó a fundar Aerolíneas Peruanas S.A (APSA) en 1958”, refiere Elliot.
Gracias a los aportes que recibió de familias limeñas adineradas como los Prado y los Cisneros, el norteamericano inició las operaciones de la compañía con aviones modelo C-46, que pertenecían a TAN.
Él mismo mandó a cambiarles el color e imprimir la insignia de APSA. Con esas aeronaves trazó sus primeras rutas de vuelo hacia Argentina, Chile, Ecuador y Miami.
En aquellos primeros años, su único competidor era Pan American-Grave Airways (Panagra), una importante línea aérea estadounidense que dominó las rutas de América del Sur en los años 50. Aunque, para suerte de APSA, la Casa Blanca canceló las operaciones de Panagra a inicios de los 60.
Según Elliot, fue la oportunidad de crecer para la naciente aerolínea peruana. Alquiló nuevas naves, como un Douglas DC 8-52 y un Convair 990A Fanjet-por entonces, el avión más veloz del mundo para ampliar sus rutas a Los Ángeles, México, Brasil, Londres, Madrid y París. “Lo curioso es que la empresa realizó vuelos nacionales y tampoco tuvo aviones propios".
Shelton le propuso convertirse en piloto de su aerolínea pese a la oposición de los otros accionistas, que no creían que un peruano igualaría el nivel de los capitanes extranjeros.
“Para convencer a los demás, Shelton me mandó a volar 20 días en TAN de Honduras, donde demostré que estaba a la altura de las exigencias”, recuerda. No había más que decir.
Elliot fue el primer peruano que ascendió al grado de capitán de una aerolínea comercial en el Perú. Tenía apenas 24 años.
SIN EL FUNDADOR
“Dicen que el empuje de un hombre para emprender un proyecto solo dura cinco años. Con Shelton pasó lo mismo, pero no porque a los cinco años de crear APSA murió de un ataque al corazón”. Elliot continúa recordando.
Según el capitán de vuelo, allí se inició el colapso. La empresa pasó a ser administrada por una junta de accionistas “que nunca tuvo un rumbo colectivo para tomar acciones que hicieran crecer a la compañía”.
En 1968, Juan Velasco Alvarado formó una junta de investigación que – siempre de acuerdo con nuestra fuente – se encargó de hacer público cualquier retraso en las deudas de la aerolínea con el fin de desprestigiarla. En 1971, la junta informó que APSA debía US$ 25 millones a Petroperú, “pero no se consignaba que ese dinero venía de los cinco días de combustible que ese mes la aerolínea había solicitado en calidad de crédito”, refiere el ex piloto. Según la junta, además, APSA no había pagado los US$ 8 millones de crédito que debía a Corpac por cuatro días de derecho de aterrizaje y despegue.
“APSA entró en un callejón sin salida, pues la mala imagen que el Gobierno se encargó de pintarle hizo que sus proveedores reclamaran su dinero en efectivo”.
La junta investigadora declaró a la compañía en quiebra por tener más deudas que capital. Así, Elliot y todos sus compañeros vieron caer a APS. “Muchos de los empleados de la empresa se quedaron en la calle sin recibir un sólo centavo de indemnización. Algunos tuvieron que empezar a vender salchichas para ganarse la vida”. Final tan común entre las aerolíneas peruanas.