Opinión: Estados Unidos, un país fabricante de ‘traidores’

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(Aeronoticias).- Que un país tenga enemigos del cual defenderse parece ser casi una constante en las relaciones geopolíticas. Sobre todo cuando ambos juegan al clásico ajedrez de los espías, espías dobles, espías triples y los subsecuentes.

Ídem cuando un país se enfrenta a grupos que intenten amenazar su seguridad. Y si bien se hace más difícil contener a los lobos solitarios -léase terroristas que no siguen algún tipo de afiliación directa, pero militan ideológicamente-, más difícil es combatir contra tus enemigos si vienen desde tus propias filas.

Hasta los quintacolumnistas -sectores de la población con una identidad dual- son, de algún modo, predecibles. Estados Unidos lo supo en la Segunda Guerra Mundial cuando sospechó de ciudadanos japoneses en pleno conflicto pos Pearl Harbor. Los campos de concentración norteamericanos son reflejo de contención a fin de ahorrarse un masivo éxodo.

Pero qué difícil es cuando tú fabricas tus propios demonios. Luego de que el «traicionero» Ellsberg dijera -vía filtración de la documentación llamada Papeles del Pentágono- que Vietnam era un tacho donde desperdiciar dinero, energía y moral norteamericana -un secreto a voces, pero que el gobierno de ese entonces se empecinaba en negar-, era evidente que la gente desconfiaba cada vez más de un gobierno sin el temor de ruborizarse mientras te miente.

O el delator que sopló la «guillotina» sobre el gobierno de Nixon y le obligó a renunciar cuando se evidenció una red de espionaje a miembros del Partido Demócrata -espionaje a ciudadanos norteamericanos ¿dónde he oído eso antes?-. Gracias a Woodward y Bernstein, Mark Felt nunca fue perseguido, a diferencia del pillado Ellsberg.

Estados Unidos demuestra tener un gobierno cuyos miembros más importantes son hipócritas. Defender los derechos fuera de casa exige defender los derechos de tus ciudadanos y respetar algo más allá de las normas -que pueden ser cambiadas, y estar sobre las personas, como se demuestra con las leyes que le otorgan omnipotencia y una cuasi omnipresencia al señor Obama-. La legitimidad de una norma se basa, tanto en el consenso como en el respeto a los derechos humanos.

¿Quién defiende los derechos humanos de los demás países del mundo ante Estados Unidos?

Quizás Ellsberg, quizás Felt, o quizás Snowden, si lo permitimos.

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