(Aeronoticias).- El conocido economista , Armado Mendoza, acaba de poner el dedo sobre la llaga en asuntos de aeropuertos en el Perú al reclamar públicamente que éstos no sólo deben estar a cargo del sector privado si no, fundamentalmente, en manos del Estado.
Cómo, cierta vez el también investigador económico y social subrayó : “ Ello no significa que hay que disculpar la enorme corrupción e ineficiencia en el manejo del Estado, pero tampoco se trata de curarse la jaqueca cortándose la cabeza”.
Hoy, en declaraciones vertidas al diario limeño La República, Mendoza aconseja al gobierno a ampliar sus horizontes y de paso pensar en el beneficio social que significaría apostar por más aeropuertos, añadiendo que al sector privado sólo le interesa si tendrá ganancias económicas.
Para el caso, el mismo experto cita lo que viene aconteciendo actualmente en la provincia de Talara, Piura, cuyo aeropuerto ha dejado de recibir vuelos comerciales directos porque las aerolíneas comercial no lo encuentran rentable , sin importarles los efectos sociales.
Por nuestra parte recordamos las denodadas campañas llevadas a cabo por el jurista Julián Palacín Fernández, presidente de la Comisión de Derecho Aéreo del Colegio de Abogados de Lima, quien desde cuya tribuna ha pedido reiteradas veces la construcción de aeropuertos en provincias.
Asimismo, en esta lucha tiene su lugar la Unión de Periodistas de Aviación ( UPA) a través de su vocero oficial, la revista “ Aeropuerto”, la cual precisamente en su última edición se suma a esta campaña recordando que el Presidente Ollanta Humala prometió solemnemente apoyar este ideal al asumir su mandato el 28 de Julio de 2011.
En aquel emocionante acto Humala dijo textualmente “ Tomaremos las medidas necesarias para que el Perú tenga su propia aerolínea de bandera y que el mercado aerocomercial sea más abierto y de mayor competencia, sobre todo para abaratar la comunicación al interior del país”.
Pero ahora es inevitable citar otra vez al economista Armando Mendoza, quien proféticamente, hace algún tiempo estampó esta verdad : “Una promesa sin financiamiento no es más que eso. Una promesa barata”.
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