La aventura de dos estadounidenses que encontraron los restos de un avión perdido en Bolivia hace 32 años

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(Aeronoticias) El 1 de enero de 1985 un avión de pasajeros chocó contra una montaña en Bolivia matando a las 29 personas a bordo.

Nunca se encontraron cuerpos. Tampoco las cajas negras que hubieran revelado la causa del accidente.

Pero el año pasado, dos jóvenes estadounidenses decidieron echar un vistazo y terminaron encontrando mucho más que lo hallado por los investigadores oficiales.

“¿Cuáles son las probabilidades de que un par de “cabezas huecas”, sin experiencia en montañismo suban a la cima de esta montaña de 6400 metros y encontraran algo?”, pregunta Isaac Stoner, uno de los jóvenes.

“Todavía pensé que serían unas vacaciones tranquilas”.

La idea

Fue su compañero de piso, Dan Futrell, quien se le ocurrió la idea un sábado por la tarde en 2015, mientras buscaba en internet avances sobre la investigación del vuelo MH370 de Malaysia Airlines desaparecido en marzo de 2014.

Se encontró en una página de Wikipedia con 19 registros de vuelos perdidos y uno de ellos inmediatamente llamó su atención: el vuelo 980 de Eastern Airlines que se había estrellado en Bolivia en 1985, cuando iba a aterrizar en La Paz.

A diferencia de la mayoría de las cajas negras que faltaban, ésta no estaba en el fondo del mar, estaba en tierra. No se había encontrado, según Wikipedia, debido a la “extrema altitud e inaccesibilidad del lugar del accidente”. Pero para Futrell sólo parecía “un típico pico andino”.

“Estábamos en el sofá bebiendo cerveza”, recuerda Stoner, “y Dan dijo: ‘Mira, esta caja negra está en la cima de una montaña en Bolivia. Vamos a buscarla’”.

Futrell, de 32 años, un ex soldado que realizó dos viajes a Irak, dice que extraña el ejercicio físico ahora que trabaja en una compañía de Internet en Boston. Y convenció a Stoner, de 31 años, que trabaja en una empresa de biotecnología, para que lo acompañara.

Empezaron a averiguar más sobre el vuelo 980 de Eastern Airlines. Había partido de Asunción, Paraguay, el día de Año Nuevo de 1985, rumbo a Miami vía La Paz, llevando a 19 pasajeros y 10 tripulantes.

El Boeing 727 acaba de ser autorizado para aterrizar en el aeropuerto de El Alto a las 19:47, cuando se desvió de su ruta y se estrelló en el Monte Illimani, el pico de 6462 metros sobre el nivel del mar que se eleva sobre La Paz.

Todos a bordo murieron.

Especulaciones

El sitio del accidente fue localizado un día más tarde por la fuerza aérea boliviana, sin embargo un equipo de búsqueda debió regresar por las fuertes nevadas. En total, al menos cinco expediciones subieron la montaña en los 30 años siguientes, pero ninguna recuperó cuerpos ni grabaciones del vuelo.

Como el contrabando era frecuente en los vuelos de América del Sur a Miami, las teorías de la conspiración no tardaron en aparecer.

Cinco miembros de una de las familias más ricas de Paraguay viajaban en ese vuelo y el embajador de Estados Unidos en Paraguay también lo hubiera hecho si no hubiese cambiado sus planes en el último minuto.

Una teoría sin fundamento incluso alega que un escalador que encontró los restos dos días después del accidente sacó las cajas negras para deliberadamente impedir cualquier investigación.

Stoner comenzó a ponerse en contacto con escaladores en Bolivia para ver si dos “tipos comunes” sin experiencia de montañismo podrían hacer el viaje. Uno, Robert Rauch, dijo que sí.

“Él nos dijo ‘puedo llevarte justo donde están los restos’.

Resulta que el glaciar donde se había estrellado el avión se había retirado y no había mucha nieve, por lo que podríamos ver restos no vistos en décadas”, dice Stoner.

Rauch también reveló que algunos de los restos habían caído sobre un acantilado, quedando a unos 900 metros por debajo del resto del avión.

Este sitio inferior era más accesible y un buen lugar para comenzar la búsqueda.

Sin embargo, el lugar todavía era alto. Se encuentra en altitudes entre 4.000 y 6.000 metros, donde los niveles de oxígeno son 50% más bajos que al nivel del mar.

Entrenamiento

Rauch les advirtió que necesitarían al menos tres semanas en La Paz para aclimatarse, pero esto era más tiempo del que tenían disponibles.

“Le dijimos que teníamos un total de dos semanas de vacaciones”, dice Futrell.

“Así que nos recomendó dormir en una tienda de altitud de antemano. Alquilamos una y la instalamos en el sótano. Tiramos nitrógeno y simulamos un ambiente con bajo oxígeno. Fue horrible y terminamos con dolores de cabeza”.

El escalador profesional también recomendó que sumaran fuerza en los brazos para poder escalar en hielo.

“(Hicimos) un montón de flexiones de brazos con las mochilas puestas”, dice Futrell.

“Isaac lo intentó y yo hice todas las flexiones por los dos. Lo imaginaba colgando del final de un acantilado y yo siendo la única persona que podría salvar su vida”.

“Pensé en cortar la cuerda y enviar a Dan hasta el fondo del abismo”, bromea Stoner.

El otro entrenamiento incluyó subir y bajar las gradas del estadio de fútbol de Harvard en Boston.

También recibieron una prescripción médica para Diamox, una droga que ayuda al cuerpo a absorber oxígeno.

La aventura

El 17 de mayo del año pasado volaron al aeropuerto de El Alto, en Bolivia, donde se reunieron con su guía de equipo Robert Rauch, el cocinero boliviano José Lazo y el periodista Peter Frick-Wright, quien escribió una historia detallada para la revista Outside.

Después de unos días de aclimatación, condujeron a un pico cercano para practicar ejercicios de emergencia.

Los amigos planeaban dividir su tiempo entre el sitio inferior del que Rauch les había hablado y el lugar del impacto en el glaciar, más arriba de la montaña, donde la cola del avión aún estaba enterrada en la nieve.

“Robert decidió que el mejor curso de acción sería subirnos a una montaña, enseñarnos cómo caminar en el hielo, porque honestamente no sabíamos lo que estábamos haciendo cuando se trataba de crampones y hachas de hielo y de ser atado en una cuerda”, dice Stoner.

Los amigos también lucharon con los cambios en la temperatura que viraban de -6 grados Celsius en la sombra a 9 grados Celsius en el sol.

“Sabíamos que íbamos a sufrir”, dice Futrell, “y de hecho eso fue parte del este viaje. Las cosas valiosas a menudo son un desafío y eso es lo que buscábamos”.

Dificultades

El equipo partió para su campamento base a 4.700 metros sobre el nivel del mar en una camioneta con tracción en las cuatro ruedas, aunque a 3 km de su destino final se detuvieron. El camino había sido bloqueado por rocas y tuvieron que continuar caminando.

“Acampamos en una vieja, abandonada y espeluznante mina con una vista al gran acantilado donde ocurrió el accidente”, dice Stoner.

“De vez en cuando ocurría una avalancha lejana que sonaba como un tren fuera de control. Aparte de eso, todo era silencio. Estábamos arriba del nivel de las nubes y era un paisaje realmente salvaje y hermoso”.

Al día siguiente caminaron 45 minutos y, como Rauch había prometido, se encontraron en medio de los restos del avión.

Los escombros estaban esparcidos por 1,5 km cuadrados de tierra rocosa. Piezas de plástico mutilado y cables se mezclaban con cubiertos, ruedas y equipo de cabina roto.

La primera cosa que vieron, sin embargo, fue un chaleco salvavidas,”una pieza de equipo destinada a salvar la vida de alguien”, como lo describió Futrell.

“Así que no sólo sabíamos que estábamos en el lugar correcto, sino que nos recordaron instantáneamente que aquí hubo una tragedia para 29 familias”, añade.

“Habíamos planeado un patrón de búsqueda de cuadrícula pero en nuestra emoción decidimos primero ir en diferentes direcciones y echar un vistazo”, dice Futrell.

Sin palabras

Los amigos estaban ocupados recorriendo los escombros cuando Rauch los llamó a sus intercomunicadores. Se apuraron para ver lo que había encontrado.

Lentamente se dieron cuenta de que estaban mirando un fémur humano que yacía entre los escombros.

“Nos tomamos un momento, intentamos decir algunas palabras, pero no conseguimos nada”, dice Stoner.

El descubrimiento refutó una teoría de conspiración presentada por el expiloto de Eastern Airlines, George Jehn, en su libro Final Destination: Disaster (Destino Final: desastre).

Después de que no se encontraron restos en las primeras cinco expediciones, sugirió que una bomba había despresurizado la cabina y había expulsado a los pasajeros del avión.

Esto habría arrojado los cuerpos lejos de los restos del avión.

Sin embargo, Futrell, Stoner y sus compañeros encontraron seis partes de cuerpos humanos en lugares separados.

“La mayor esperanza”

Decidieron entonces enterrar cada hallazgo, marcar el lugar con un geomarker y una pila de rocas, por si alguien quería retirarlas en otro momento.

“También encontramos cubiertos del servicio de comida, un fregadero de uno de los baños, zapatos, camisas y chaquetas con rayas de piloto en ellos. Encontramos el tobogán de emergencia y chalecos salvavidas, ventanas de avión, tren de aterrizaje y parte del tablero de instrumentos de la cabina “, dice Futrell.

“Había cables por todas partes y miles de pieles de reptiles que probablemente fueron contrabandeados”.

Sin embargo, no había ninguna señal de las cajas negras, que a pesar de su nombre, son típicamente de un color naranja brillante.

“Estábamos encontrando trozos de metal naranja todo el tiempo, pero me aferraba a la esperanza de que no eran piezas de la caja negra ya que se supone que resisten al impacto de un avión chocando contra una montaña”, dice Stoner.

Pero en el último día de búsqueda en el sitio inferior, Stoner desenterró una pieza de metal con una etiqueta pegada a algunos cables que decía “CKPT VO RCRD”, una abreviatura de Cockpit Voice Recorder (Grabadora de Voz de la Cabina)

Ellos pensaron que esto probablemente significaba que al menos uno de los grabadores se había roto.

No muy lejos, encontraron un carrete de cinta magnética.

¿Tendría una grabación de los momentos finales de la aeronave?, Futrell describe esto como su “mayor esperanza”.

Más problemas

Después de tres o cuatro días en el sitio inferior, el equipo decidió seguir subiendo al lugar donde estaban la mayor cantidad de escombros y hasta un campamento base más alto.

Se pusieron en marcha a las 04:30 de la mañana siguiente, pero pronto se encontraron en graves problemas.

“Habíamos querido subir y volver en un día, pero nos dimos cuenta de que no teníamos tiempo para hacerlo. Íbamos más lento ya que éramos inexpertos en el montañismo y nuevas hendiduras se había abierto en el suelo lo que significaba que teníamos que buscar rutas más largas y difíciles”, dice Futrell.

Finalmente decidieron que era demasiado arriesgado y volvieron atrás.

El regreso

Volviendo a La Paz, empaquetaron los trozos de metal naranja, cables y cintas que habían encontrado y volaron a Boston con ellos.

Sospechaban que esto podría romper las reglas de las investigaciones aéreas, pero decidieron que era lo correcto.

“Sabíamos que en Estados Unidos había un laboratorio especializado en el gobierno que nos daría la mejor respuesta para saber la razón de por qué el avión cayó. Además era un avión de Estados Unidos y no había bolivianos a bordo”, dice Stoner.

De regreso a casa en EE.UU., sin embargo, tuvieron un problema.

La Junta Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB, por sus siglas en inglés), el departamento de EE.UU. encargado de investigar los accidentes de avión, no quería tocar los paquetes.

“Ellos dijeron ‘buen trabajo chicos, pero no podemos hacer nada con él a menos que obtengamos la aprobación boliviana’”, dice Futrell.

Los amigos pasaron meses enviando correos electrónicos y cartas y llamando a funcionarios bolivianos.

“Así que la caja negra estuvo en nuestro apartamento, en la cocina junto a la comida para perros durante siete meses”, dijo Stoner a finales de 2016. “Y realmente se había convertido en una parte clave de la estética decorativa del departamento”.

Finalmente, en diciembre, fueron contactados por el capitán Edgar Chávez, inspector de operaciones de la Dirección General de Aviación Civil de Bolivia, quien dio permiso al NTSB para analizar el material.

Así que el 4 de enero, Futrell y Stoner entregaron los fragmentos de avión a Bill English del NTSB, que los llevó a un laboratorio en Washington.

“Buen trabajo chicos, gracias”

Los amigos habían llegado a la conclusión de que el mal tiempo, la difícil llegada al aeropuerto de El Alto y los equipos poco fiables, probablemente habían sido parte del accidente.

Sin embargo, los datos de la grabadora de voz podían dar respuestas concluyentes a las familias que habían perdido a sus seres queridos.

“Teníamos gente que nos contactaba desde Paraguay, miembros de las familias en Estados Unidos, hasta una vieja novia del piloto me llamó por teléfono”, dice Stoner, “y la mayoría de ellos nos decía: ‘Buen trabajo chicos, gracias’”.

Uno de los miembros de la familia era Stacey Greer, la hija de Mark Bird, el ingeniero de vuelo en Eastern Airlines Vuelo 980. Greer tenía sólo dos años cuando su padre murió.

“Me sorprendió que alguien estuviera interesado en averiguar lo que pasó y me dio la esperanza de que la gente todavía se preocupara”, dice Greer.

Ella le pidió a Futrell y Stoner que le trajeran algo de metal del avión.

“Fue un encuentro muy conmovedor”, dice Futrell. “Ella puso sus manos en el pedazo del avión, el último avión que su padre voló y que le quitó la vida. Ella se llevó ese pedazo de metal a su casa y lo convirtió en un collar en memoria de su padre y su pérdida”.

“Por lo general, hay una tumba o un monumento para alguien a quien uno perdió, pero mi familia nunca hubo, ahora tenemos algo”, dice Greer.

“Decepcionados”

El 7 de febrero de 2017, el NTSB publicó un comunicado.

Futrell y Stoner no habían encontrado el grabador de vuelo de la cabina, dijo, sino el bastidor que lo había fijado al avión.

Y la prometedora cinta resultó ser “una grabación de 18 minutos del episodio ‘Trial by Treehouse’ (Ensayo de la Casa del Árbol) de la serie de televisión ‘I Spy’ (Soy Espía), doblado en español”.

“No hace falta decir que estamos decepcionados”, escribió Futrell en su blog.

Sin embargo, significa que las dos grabaciones están todavía en la montaña y podrían estar intactas.

Futrell y Stoner esperan que otros sigan sus pasos.

Ya un miembro de las fuerzas estadounidenses declaró su intención de organizar una expedición para recuperar restos humanos.

“Esta tragedia realmente merece una investigación gubernamental formal, con recursos,” dice Futrell.

“Hemos demostrado que el ‘terreno inaccesible’ es una razón inaceptable para no cerrar esta investigación”.

Por: Claire Bates – BBC
Fotos: Dan Futrell e Isaac Stoner


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