Análisis Internacional sobre Venezuela

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(Aeronoticias) Para la mayoría de los venezolanos la solución a la grave crisis política, institucional, social y humanitaria que vive el país es un “tema interno venezolano que sólo se solucionará desde dentro del país”. Esa es la opinión de muchos venezolanos, que lo comentan en privado con una cierta resignación.

Sin embargo, creo sinceramente que es hora de olvidar la resignación y apoyar entre todos a Venezuela. Hoy por hoy, se puede sentir que algo ha cambiado y que todas la miradas están puestas en la grave crisis política que conmociona al país. Así, las recientes manifestaciones en las calles de Venezuela y las imágenes de la dura represión gubernamental han disparado todas las alarmas en muchas cancillerías latinoamericanas así como en el seno de la OEA. Existe una sensación creciente de que ya no es posible abandonar el país a su suerte y que de alguna manera hay que apoyar a Venezuela desde el exterior.

Son muchas las preguntas e interrogantes que surgen al respecto. Algunas en forma de cuestionamientos y alarma por no haber actuado antes, otras de incertidumbre a la hora de valorar posibles acciones para apoyar a Venezuela: ¿Porqué los países de la OEA y la misma OEA como organización no actuaron antes con mayor firmeza? ¿Se hizo todo lo necesario para evitar que la crisis venezolana se deteriorase hasta llegar a la posibilidad de una confrontación interna? ¿Y llegados a este punto que se puede hacer? ¿Cómo ejercer algún tipo de presión externa sin caer en el intervencionismo?

Algunos artículos y entrevistas publicados en los últimos días en distintos medio  han abordado estas cuestiones. Así cabe hacer referencia al reciente artículo de la Dra. Lesly Llatas -abogada y defensora de Derechos Humanos- publicado este pasado lunes 24 de abril en “Aeronoticias”, en el que al hilo de sus comentarios sobre la reciente entrevista realizada al Canciller peruano en “Perú 21”, esgrime dos ideas fuerza de gran interés.

Necesidad de autocrítica y Responsabilidad Moral

– La primera es la necesidad de que la OEA “asuma una capacidad de autocrítica.. de lo que se hizo y no se hizo.. en lugar de solapar las omisiones o inacciones de anteriores Secretarios Generales y Jefes de Estado que pasaron por la OEA y no hicieron nada”. Totalmente de acuerdo al respecto. Pero siempre es díficil juzgar la historia desde el presente porque corremos el riesgo de no valorar en su justa medida las limitaciones del pasado. Cabe tener en cuenta, el cambio de escenario continental que se dio tras la muerte de Chavez y la llegada al poder de nuevos gobiernos en Argentina, Brasil y recientemente en Ecuador que han permitido un nuevo equilibrio de poder a nivel regional. Recordemos que durante la época de Chavez, el ex Secretario General de la OEA Insulza tuvo que hacer frente a una coyuntura muy compleja en la que el mismo futuro de la OEA estuvo en peligro. La época de Chavez, con altos precios del petróleo y desarrollando una diplomacia bolivariana que se caracterizó por tejer redes de poder a nivel regional a cambio de petróleo barato en América del Sur, Centroamerica y el Caribe llego a amenazar la misma existencia de la OEA. El continuo cuestionamiento del Grupo ALBA (impulsado por Venezuela); la época de mayorías de izquierda pro chavistas en el continente con el apoyo de países como Ecuador (con Correa) y Boliva (con Evo) e incluso las posiciones de Argentina (con Kirchner) y Brasil (con Lula y Rousseff), no dejaron mucho margen de maniobra para poder tratar el tema de Venezuela en la OEA.

– La segunda idea fuerza es la posibilidad de que “exista una responsabilidad por parte de aquellos Estados o Jefes de Gobierno quiénes por su convicción ideológica” permitieron que se haya llegado a la situación actual en Venezuela. En este punto, la prudencia invita a diferenciar entre responsabilidad moral y responsabilidad política. Sin lugar a dudas y si nos atenemos a la cuestión moral, es indudable que existe una una responsabilidad moral por no haber tratado mucho antes la cuestión de Venezuela con la gravedad y firmeza política que merecía. No obstante, más allá del tema moral, es muy difícil afirmar en el estadio actual de desarrollo del Derecho Inrernacional Público que la “inacción o falta de accionar” de los Estados pueda generar algún tipo de responsabilidad jurídica.

Mediación vs. intervencionismo

Pero más allá de estas cuestiones y tal como señalabamos al principio de estas reflexiones, el momento actual exige plantearse que acciones podrían tomarse desde el exterior para apoyar a Venezuela y cómo podría ejercerse algún tipo de presión interna sin caer en el intervencionismo. A este respecto, es pertinente referirse a la reciente entrevista concedida por Ricardo Luna, Ministro de Asuntos Exteriores del Perú, el pasado domingo 23 de abril en el periódico “Perú 21”, en la que entre otros temas se abordó esta cuestión. En su entrevista, el Canciller peruano afirmaba la necesidad de una “presión externa” pero la cautela diplomática de sus palabras ya dejaban entrever lo difícil de esta tarea y las limitadas posibilidades que ofrece la Carta de la OEA al respecto, más allá de que se active el artículo 20 de la Carta Democrática de 2001.

Lo cierto es que las posibilidades de ejercer presión se veían a priori como muy limitadas si a la vez se quería ofrecer desde la OEA elementos que permitiesen una mediación entre las partes en conflicto. Sobretodo porque cualquier intento mediador desde la OEA hubiese requerido del consentimiento previo del gobierno venezolano y tal como se ha demostrado, las relaciones entre la OEA y el gobierno del Presidente Maduro estaban tan deterioradas que nunca se hubiera aceptado dicho rol mediador. De ahí, la sugerencia del Canciller Ricardo Luna de que dicha “mediación pudiera llevarla a cabo el Vaticano con los 12 países de la OEA que siguen la crisis de Venezuela”.

El anuncio del Gobierno del Presidente Maduro y de su Canciller de la voluntad de Venezuela de retirarse de la OEA, ayudó a despejar culquier duda al respecto. El regimen bolivariano rechazaba cualquier interno de mediación desde la OEA y del grupo países de la OEA constituido para buscar una solución a la crisis venezolana y profundizaba su aislamiento regional al querer abandonar la organización. Llegados a este punto, la crisis venezolana entra en un camino desconocido y se abren numerosos interrogantes. ¿Qué mas se puede hacer ahora para continuar apoyando a Venezuela desde el exterior? ¿Qué otras medidas podrían explorarse? ¿A qué otros mecanismos regionales del ámbito americano o internacionales cabríra recurrir?

En nuestra opinión y con el ánimo de contribuir a proponer ideas que puedan ayudar a desencallar esta crisis, nos atrevemos a aventurar toda una batería de propuestas con carácter de urgencia:

Primero, mantener la presión diplomática desde la OEA y el grupo de países que sigue la crisis de Venezuela. El procedimiento previsto en el artículo 20 de la Carta Democrática debería ponerse en marcha con independencia de que el gobierno venezolano decida “auto suspender” su calidad de miembro o “retirarse” de OEA con la finalidad de evitar ser sancionado y asumir el descredito moral que ello supondría. A este respecto, cabe señalar cualquier Estado Miembro de la OEA que decida retirarse de la misma debe observar los procedimientos internos previstos para su salida de la organización y el Derecho de Tratados, y en ningún caso puede hacerlo de “manera inmediata”. Además en este caso, es de dudosa constitucionalidad que el Presidente Maduro pueda tomar tal decisión al margen del Parlamento venezolano.

Segundo con la finalidad de evitar el “aislamiento regional” de Venezuela y que el régimen chavista pudiera sentirse “sin obligación alguna en el ámbito de la OEA ni sentirse vinculado a respetar sus compromisos internacionales asumidos en materia de derechos humanos en el ámbito regional americano” y evitar que ello pudiera dar pie a profundizar su represión interna, es urgente buscar uno/ o varios países que puedan actuar como mediadores entre el gobierno y la oposición política venezolana.

Tercero, en cualquier caso es urgente reforzar la presión internacional sobre Venezuela y que la crisis interna venezolana sea también tratada en el ámbito de las NNUU. Además, la renuncia a la OEA no supone que Venezuela –tal como establece el artículo 131 de la Carta de la OEA sobre las Naciones Unidas- pueda dejar de observar los “derechos y obligaciones” contraídos al haber firmado y ratificado la Carta de las Naciones Unidas. Este es un punto que Venezuela no debería olvidar, más cuando para el reciente período 2015-2016 fue “miembro no permanente” del Consejo de Seguridad de las NNUU.

Cuarto, no cabe descartar la posibilidad de que algún país latinoamericano o el mismo SG de las NNUU pudieran presentar el caso de Venezuela ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Este es un punto clave porque el artículo 39, del Capítulo VII, de la Carta de las Naciones Unidas establece que corresponde al “Consejo de Seguridad determinar la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz…” y “hará recomendaciones o decidirá que medidas serán tomadas de conformidad con los artículos 41 y 42 para mantener o restablecer la paz..”. Aunque a primer vista ello pueda causar extrañeza, lo cierto es que la crisis interna venezolana y la grave militarización de la sociedad venezolana afín al gobierno con la aparición en escena de “milicias armadas” es objeto de gran preocupación en países vecinos como Colombia.

Es imprescindible evitar a toda costa que las “milicias pro gobierno” puedan terminar mutando en algún tipo de “paramilitarismo venezolano”. Colombia que sufrió las consecuencias del paramilitarismo, ha padecido y todavía sufre el dolor de las masacres, de los desaparecidos y de las víctimas de los paramilitares. De ahí su legitima preocupación por la evolución de los hechos en Venezuela. Más sobretodo, si tenemos en cuenta que en Colombia hay un proceso de paz en marcha con la guerrilla de las FARC y la existencia de desmovilizados de distintos grupos que viven y transitan entre las zonas fronterizas de Colombia y Venezuela.

Además, a priori no sabemos si ello podría terminar afectando el proceso de paz colombiano. La guerrilla de las FARC tuvo durante muchos años campamentos en Venezuela y esos años de convivencia pudieron generar vínculos y relaciones de amistad con el pueblo venezolano afín o contrario al gobierno. Sin lugar a dudas, este es un motivo de preocupación no sólo del gobierno colombiano sino también de las NNUU que se encuentran en pleno proceso de desarme y desmovilización (D+180) de la guerrilla de las FARC.

Y finalmente, señalar que la gravedad de los hechos que se viven en Venezuela podría ser una gran oportunidad para abrir, a medio plazo y una vez solucionada la crisis, un debate sobre la necesidad de acometer una nueva reforma de la Carta de la OEA e introducir mecanismos que doten a la organización de instrumentos para hacer frente a graves crisis internas de un EM que puedan suponer un quebrantamiento de su orden constitucional y afecten a la paz interna y regional.

Luis Miranda Molas (español)
Experto en Derecho Internacional


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