(Aeronoticias) El presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan no piensa quitar el pie del acelerador para concretar su propio Palacio de Topkapi: el nuevo aeropuerto de Estambul.
El 29 de octubre se cumplen 95 años del nacimiento de la Turquía moderna, sobre las cenizas del antiguo Imperio Otomano, y para ello el mandatario quiere cortar las cintas de una terminal que, para empezar, acogería a 90 millones de pasajeros al año.
De tercer a primer aeropuerto
Con este número no le alcanza para coronarse como el que gestiona el mayor volumen de pasajeros del mundo, donde impera el de Atlanta-Hartsfield-Jackson, con 104 millones de usuarios al año, ni al de Beijing, por donde pasan 94 millones de pasajeros anuales.
Lo interesante no es cuál será su carta de presentación, sino a lo que aspira: a movilizar 200 millones de pasajeros anuales en la próxima década, casi tres veces más de lo que actualmente gestiona el aeropuerto internacional de Ataturk, en Estambul.
Erdogan está convencido que con esta nueva terminal no sólo ganará las elecciones presidenciales de marzo de 2019, sino que desplazará desde el Golfo Pérsico el nudo de las comunicaciones aéreas entre Europa y América con Oriente Medio, Asia y África.
Lastre para las finanzas
La construcción de esta terminal, sin embargo, es un auténtico agujero negro para las finanzas del Estado turco, indica el especialista Mustafa Sonmez.
Las obras, presupuestadas en 22.100 millones de euros, fueron adjudicadas a un consorcio de empresas como Kalyon, Cengiz, Limak, Kolin y MNG, que “licitación tras licitación” ganan los concursos de obras públicas más importantes del gobierno nacional.
El gobierno garantiza los beneficios
Las adjudicatarias de la nueva terminal (que todavía no tiene nombre oficial) aportarán 4.680 millones de euros anuales al gobierno turco, durante 25 años, como canon de la explotación del aeropuerto.
Si las cuentas no salen bien, el gobierno garantiza que haya ganancias para todos, indica un estudio de la Universidad de Bahcesehir: el Tesoro pagará 93 millones de euros del presupuesto si no se alcanzan los 80 millones de pasajeros anuales, y 154 millones de euros al año si los usuarios no llegan a los 68 millones de pasajeros al año.
A modo de comparación, el de Ataturk actualmente gestiona 63,7 millones de pasajeros.
Dimensiones faraónicas
Un rasgo llamativo es el tamaño faraónico del nuevo aeropuerto, para el que se destinaron 7.650 hectáreas. La comparación también permite enfocar el proyecto: la terminal de Atlanta, con cinco pistas, tiene 1.900 hectáreas, y el actual aeropuerto de Estambul no supera las 1.178 hectáreas.
Aunque el proyecto contempla triplicar la actual tasa de pasajeros, todavía queda demasiado terreno para alojar las terminales y las seis pistas diseñadas.
La nueva ciudad aeroportuaria
La razón de tanta generosidad de tierras está en el proyecto de levantar una ciudad aeroportuaria, con edificios de oficinas, hoteles, centros comerciales, un centro de convenciones y de exposiciones, clínicas privadas y una mezquita.
La idea es seguir la senda de los aeropuertos inteligentes, en donde los ingresos extra aeronáuticos sean tanto o más importantes que la explotación de la terminal, como había precisado el experto Oscar Oliver a Cerodosbé.
El metro, el otro proyecto pendiente
Estambul tiene un tráfico endiablado, donde los colapsos y las retenciones son moneda cotidiana. Para llegar al nuevo aeropuerto, situado a 35 kilómetros al noreste de la ciudad turca, el gobierno acelera la puesta en marcha de un metro que conectará la terminal con el barrio de Gayrettepe, del lado europeo de la metrópoli.
Este proyecto adicional habrá costado más de 1.100 millones de euros, y recién podrá estar 100% operativo para el 2022. Hasta que no se llegue a ese punto, el caos de tránsito será uno de los principales problemas que afrontará la nueva terminal.
Por: Juan Pedro Chuet-Missé – Cerodosbe