(Aeronoticias): Claudia C./ Aviación Digital, Sp.- Mientras el cierre del Gobierno estadounidense entra en su noveno día, la tensión se eleva en uno de los sectores más sensibles del país: el control del tráfico aéreo. El secretario de Transporte, Sean Duffy, ha lanzado una advertencia directa a los controladores que no acuden a trabajar durante el cierre: “Si siguen sin presentarse, los despediremos”.
El mensaje ha resonado con fuerza en las torres de control de los principales aeropuertos del país, donde el cansancio, la incertidumbre económica y la presión operativa comienzan a hacerse notar. La aviación estadounidense —considerada el sistema aéreo más complejo y seguro del mundo— afronta ahora una de sus pruebas más delicadas en décadas.
Un cierre que impacta directamente en los cielos
Durante la última semana, seis instalaciones de la Administración Federal de Aviación (FAA) reportaron escasez de personal, entre ellas Denver, Washington Reagan y Fort Worth, un centro clave que gestiona gran parte del tráfico del suroeste del país. En varios aeropuertos, los retrasos han superado el 25 % de los vuelos programados.
“Una pequeña fracción de personas que no vienen a trabajar puede causar una enorme interrupción”, explicó Duffy en declaraciones a Fox Business. Según datos del propio Departamento de Transporte, más de la mitad de los retrasos actuales se deben ya a la falta de personal.
En un entorno donde la coordinación milimétrica es esencial —cada vuelo, cada minuto, cada comunicación—, la ausencia de un pequeño grupo de controladores puede desencadenar un efecto dominó. Lo que comienza con un retraso en Texas puede acabar afectando horas después a Nueva York o Chicago.
Los controladores, “esenciales” pero sin salario
Los controladores aéreos son considerados empleados esenciales: deben trabajar incluso cuando el Gobierno está cerrado. Sin embargo, durante este periodo no reciben su sueldo.
“No sé cuánto tiempo más podremos sostener esto”, reconocía un controlador del aeropuerto de Denver bajo anonimato. “Muchos compañeros están viniendo a trabajar sin saber si podrán pagar la hipoteca este mes”.
La legislación estadounidense prohíbe expresamente las huelgas de los controladores, tras el histórico precedente de 1981, cuando el entonces presidente Ronald Reagan despidió a más de 11.000 trabajadores del sindicato PATCO. Cualquier acción de presión, incluso las llamadas “bajas por enfermedad coordinadas”, podría considerarse una violación de esa ley.
El sindicato National Air Traffic Controllers Association (NATCA) ha pedido calma y profesionalidad a sus miembros, aunque reconoce que la situación “es insostenible” si el cierre continúa.
Aerolíneas en modo contención
Las aerolíneas han reaccionado con cautela. Desde Delta Air Lines aseguran que, por el momento, el impacto es limitado. “Completamos casi el 100 % de nuestro programa de vuelos y llegamos a tiempo en el 90 % de ellos”, señaló su CEO, Ed Bastian.
Otras compañías, como Southwest Airlines, están más expuestas a la escasez de personal, especialmente en aeropuertos como Burbank o Nashville, donde ya se han registrado cancelaciones puntuales. En un comunicado interno, Southwest advierte a sus equipos de mantenerse “vigilantes y flexibles”, porque la disponibilidad de controladores “puede cambiar de un día para otro”.
Por su parte, United Airlines y American Airlines han evitado hacer declaraciones públicas, aunque fuentes del sector confirman que todas las grandes aerolíneas están ajustando sus horarios de forma preventiva, redistribuyendo vuelos o alargando tiempos de conexión para mitigar retrasos.
El grupo Airlines for America, que representa a las principales compañías, fue más contundente:
“Cuando los empleados federales que gestionan el tráfico aéreo, inspeccionan aeronaves y protegen nuestro sistema trabajan sin sueldo, toda la industria y millones de pasajeros sufren las consecuencias”.
Un sistema al límite
La red aérea estadounidense ya operaba bajo una presión estructural crónica antes del cierre. Según la FAA, el sistema necesita al menos 3.000 nuevos controladores para cubrir jubilaciones y vacantes. En los últimos años, los centros de formación no han logrado reemplazar la salida de veteranos con suficiente rapidez.
Ahora, con el cierre paralizando parte de los procesos administrativos y salariales, la brecha de personal se amplía peligrosamente. Algunos expertos del sector advierten que un periodo prolongado de disrupción podría tener consecuencias a largo plazo: aumento del estrés laboral, pérdida de confianza y riesgo de errores humanos.
“Cada controlador maneja centenares de vidas por hora”, explica un analista de seguridad aérea en Nueva York. “No puedes exigir precisión quirúrgica cuando la gente está agotada y sin cobrar. Es una bomba de relojería silenciosa”.
Más allá de la pugna política entre demócratas y republicanos, lo que ocurre en los cielos de EE. UU. revela la vulnerabilidad de la aviación moderna ante las decisiones políticas. Cada cierre de gobierno afecta no solo a las oficinas federales, sino también a los sistemas que garantizan el flujo seguro del transporte aéreo, la inspección de aeronaves y la certificación de pilotos.
La aviación, como tantas veces, vuelve a ser el termómetro del funcionamiento institucional: cuando el sistema se resiente, los primeros en notarlo son los que despegan y aterrizan.
Fuente: aviaciondigital.com