(Aeronoticias): El espacio, tan vasto y maravilloso, despierta algo profundo en mí. Es un sueño compartido que ha unido a México y Estados Unidos en una travesía de colaboración que mezcla ciencia, ambición y esperanza. Al trabajar para hacer realidad este sueño, he visto de cerca cómo nuestras naciones pueden romper fronteras, desde nanosatélites hasta promesas lunares, a pesar de los obstáculos que prueban nuestra determinación.
Recuerdo el Proyecto Colmena. La UNAM envió cinco microrobots a explorar la superficie lunar, para probar tecnologías en un entorno que no perdona. Hubo retos, como siempre en la exploración, pero Colmena mostró lo que logramos cuando unimos mentes mexicanas con experiencia, allanando el camino para Artemis y más allá.
Luego fue el AztechSat-1. Un pequeño CubeSat, construido por estudiantes de la UPAEP. La guía de mí amigo Andrés Martínez, importante directivo de la NASA marcó un hito que hasta la fecha no ha sido superado. Lanzado en 2019 en una misión de SpaceX hacia la Estación Espacial Internacional, se conectó con la constelación Globalstar para transmitir datos y probar que las comunicaciones entre satélites eran posibles. Ayudé a coordinar este esfuerzo, viendo a jóvenes mexicanos trabajar junto a ingenieros experimentados. Ese momento no fue solo técnico; fue la prueba del lugar de México en la exploración espacial.
Después vino la Constelación AztechSat. Un ambicioso plan junto con la NASA para desarrollar nanosatélites que vigilaran la vida marina desde el espacio. Universidades como la UNAM, la UNAQ, la UPAEP y la Panamericana se sumaron para enfrentar el reto . La falta de presupuesto detuvo el proyecto, aunque el sueño sigue ahí, esperando su momento.
Los Acuerdos Artemis, firmados por México en 2021 como el decimocuarto país, cambiaron nuestro papel. Nos comprometimos a explorar la Luna y Marte con transparencia y cuidado por el legado del espacio. El anuncio conjunto por los dos países se sintió como un punto de inflexión: no solo observábamos; éramos parte del futuro.
De manera muy importante, los estudiantes son el corazón de esta travesía. Mexicanos en centros de la NASA como Ames y Goddard trabajan en proyectos como el telescopio James Webb. En 2024, cinco jóvenes de Guanajuato se unieron a estos programas, aprendiendo tecnologías avanzadas. Otros destacaron en el Mars Trekker Global Teen Summit, diseñando asentamientos marcianos con mentores de la NASA. Sus historias me recuerdan cómo estas experiencias transforman vidas.
De cara al futuro, veo a México liderando en América Latina. Los Acuerdos Artemis abren puertas a misiones lunares, priorizando el conocimiento compartido y el uso responsable de recursos. La UNAM impulsa rovers y nanosatélites, colaborando con equipos globales, quizás para observatorios o exploración planetaria. Empresas mexicanas exploran lanzamientos comerciales y monitoreo ambiental, algunas integrándose a cadenas de suministro de la NASA para Artemis. La visita de Pam Melroy, Administradora Adjunta de la NASA en 2024 despertó ideas para estudios conjuntos sobre la calidad del aire y los recursos hídricos. Para 2027, imagino a México encabezando misiones regionales, compartiendo tecnología entre fronteras.
Al reflexionar sobre mi papel en estos proyectos, entiendo que el espacio no se trata solo de máquinas o misiones. Es sobre personas—estudiantes, ingenieros, innovadores—trabajando juntos. Los tropiezos, como la pausa de la Constelación AztechSat, duelen, pero no apagan la visión. México y Estados Unidos han construido un puente hacia las estrellas. Cada paso, desde Colmena hasta Artemis, me inspira a reflexionar de que, si nos lo proponemos, juntos nuestros dos países podremos llegar muy lejos.
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Fuente: A21.com.mx



