(Aeronoticias):
Ubicado en el corazón de Estocolmo, Frantzén no es simplemente el mejor restaurante de Suecia: es un universo sensorial orquestado por Björn Frantzén, exjugador de fútbol convertido en una de las mentes más brillantes de la gastronomía mundial. Con tres estrellas Michelin y un lugar destacado en la lista de The World’s 50 Best Restaurants, esta casa gastronómica representa el clímax de la cocina nórdica moderna, fusionando precisión japonesa, alma francesa y raíces suecas.
Björn se formó en la Royal Swedish Army’s culinary school y luego trabajó en L’Astrance (Francia) y Edoya (Tokio). Su visión: crear un espacio donde cada plato sea una emoción, no solo un sabor. El restaurante combina técnicas de fermentación, brasa, y texturas extremas para ofrecer platos únicos como el sashimi de vieira con mantequilla avellana y yema curada, o su famoso tartal de venado con mousse de hígado e infusión de saúco.
La experiencia en Frantzén es teatral: los comensales comienzan en un salón con snacks, luego ascienden por un elevador al comedor principal y terminan en un lounge con vista panorámica. Todo guiado por un staff que parece salido de una coreografía de ópera gastronómica: políglotas, empáticos y de formación impecable.
El menú degustación ronda los 5,000 SEK (≈450 USD), con maridaje opcional que puede elevar el precio a 750 USD. El código de vestimenta es formal elegante, sin necesidad de corbata, pero con un estándar acorde al nivel de exclusividad del lugar.
Su slogan no oficial: «Time is the secret ingredient.»
Su misión: “Crear una cocina emocional que evoque recuerdos en quienes la prueban.”
Visión: Posicionar a Suecia como el nuevo centro creativo del fine dining global.
El restaurante ha sido visitado por figuras como René Redzepi, el equipo de Vogue Escandinavia, e incluso royalty europeo. En TripAdvisor, los comentarios destacan su «nivel de detalle quirúrgico», «trato cálido sin arrogancia» y la «explosión emocional de cada bocado». No hay grandes polémicas, pero sí expectativas altísimas, las cuales cumple sobradamente.
¿Vale la pena?
Totalmente. Frantzén no solo se come, se recuerda toda la vida. Ideal para celebraciones especiales, propuestas memorables o para quienes buscan entender cómo el minimalismo escandinavo se transforma en lujo sensorial.
Fuente: Sebastián Palacín.