(Aeronoticias).- El sábado 21 de mayo se llevó a cabo la III “Marcha por la Igualdad”, una manifestación que desde el año 2014 convoca a cientos de ciudadanos en un recorrido que exige el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTB.
Se trata de una de las manifestaciones más coloridas y poco usuales en nuestro país celebrados en la capital con la finalidad de concienciar a la población sobre la visibilidad de las personas con diferente orientación sexual, la erradicación de la homofobia y crímenes de odio.
En esencia el título que convoca dicha manifestación más allá de la búsqueda de algún tipo de unión civil reconocida por el Estado es necesariamente destacar la igualdad de derechos sin distinción de ninguna clase.
Sin embargo, la palabra “igualdad” engloba una serie de aspectos que muchas veces no se toman en cuenta aun cuando se pueden relacionar muy estrechamente. De modo que dicha igualdad aplica solamente para un determinado sector de la población.
Se habla de Igualdad pero esta al final es excluyente y responde a intereses de una minoría cuando lo correcto debería ser la exigencia de un Estado que responda a todos sus ciudadanos en cuestión de derechos.
Por ello mi apoyo sí está dirigido hacia una marcha que realmente busque la igualdad de derechos para todos sin exclusión alguna. Sin embargo, la gran mayoría de los miembros que marchan y militan hasta decir basta en favor de estas legalidades no son de todo inclusivos en cuanto se refiere al respeto y protección de nuestro primer derecho, la vida.
Por el contrario, he sido testigo del respaldo que muchas organizaciones de la comunidad homosexual brindan a las iniciativas proaborto dejando de lado la igualdad de derechos para aquellos seres indefensos y frágiles que están por nacer.
El camino hacia igualdad debe ser motivo de lucha constante frente a los obstáculos que pretendan imponerse. Igualdad de derechos desde la concepción, etapa de la vida que sirve de base y sustento científico y jurídico para la continuidad y construcción de los demás derechos.
Así como la defensa de la vida no mira ni califica las circunstancias en que se dio el embarazo, la igualdad no puede ser objeto de exclusión y simplificación de la vida de aquellos que también están por nacer, pues la consolidación de una vida igualitaria no es motivo para seleccionar si alguno es más o menos persona, o si alguno tiene más o menos derechos que el otro.
Y es que no debería existir ni siquiera la idea de haber peruanos de primera y segunda categoría, ni por su orientación sexual ni por la forma o las circunstancias en que fueron concebidos.
Los peruanos conscientes del respeto a los derechos humanos no queremos homofobia y tampoco queremos abortos.