(Aeronoticias): Claudia C./ Aviación Digital, Sp.- Por un momento, imagine esto: está en la fila del control de seguridad de un aeropuerto estadounidense. Avanza con su equipaje de mano, se quita el cinturón, vacía los bolsillos… pero, por primera vez en más de dos décadas, no tiene que quitarse los zapatos. Esta escena, que parecería impensable desde el 11-S, pronto será una realidad cotidiana en los aeropuertos de Estados Unidos.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) anunció el fin de la política “Shoes-Off” —la norma que obligaba a los pasajeros a descalzarse para pasar los controles de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA)—. Esta decisión, histórica para el sector aéreo, promete transformar de forma significativa la experiencia del pasajero sin comprometer la seguridad.
Menos fricción, misma seguridad
La medida fue oficializada por la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, quien afirmó que el objetivo es agilizar el proceso de inspección y mejorar la experiencia de los viajeros. Según sus palabras, esta es solo una pieza dentro de un ambicioso plan para modernizar el transporte aéreo en la era postpandemia.
“Este cambio reducirá drásticamente los tiempos de espera en los controles de la TSA y hará del viaje aéreo una experiencia más fluida y humana”, dijo Noem. “La seguridad sigue siendo la prioridad, pero gracias a las tecnologías avanzadas, ya no es necesario descalzar a millones de pasajeros cada día”.
Cómo se compensa la eliminación del control de calzado
La política de descalzado fue introducida en 2001, tras el intento de atentado del “shoe bomber” Richard Reid. Desde entonces, ha sido una de las prácticas más odiadas por los viajeros frecuentes. Sin embargo, en 2025, el panorama tecnológico ha cambiado radicalmente.
Gracias a la incorporación de escáneres de alta resolución, detección por espectrometría de masas, inteligencia artificial para el análisis de patrones y controles aleatorios invisibles al usuario, el DHS sostiene que ya no es necesario depender de inspecciones físicas para detectar amenazas ocultas en el calzado.
Estas tecnologías, combinadas con el sistema de vetting previo “Secure Flight”, que coteja la identidad del viajero con bases de datos de amenazas en tiempo real, forman un escudo múltiple que permite mantener los niveles de seguridad sin recurrir a métodos invasivos.
Hacia la “edad dorada” del viaje aéreo
Este anuncio también marca una narrativa más amplia, vinculada con la visión del actual gobierno federal sobre la movilidad aérea. Tal como expresó la secretaria Noem, el objetivo es encaminarse hacia una “nueva Edad Dorada del viaje estadounidense”, que combine eficiencia, comodidad y seguridad.
Es una apuesta por redefinir el paradigma: menos fricción, más confianza en la tecnología, y una política de seguridad que se sienta menos como un obstáculo y más como una parte integrada de la experiencia.
¿Cómo queda EE. UU. frente a otros países?
En el contexto internacional, Estados Unidos da un paso que lo alinea con las prácticas de otros aeropuertos avanzados, como los de Singapur, Dubái, Ámsterdam o Múnich, donde ya no se exige el descalzado gracias al uso de tecnologías equivalentes o superiores.
Mientras tanto, muchos países de América Latina y Asia aún mantienen procesos más manuales, incluyendo controles visuales y táctiles. Esto posiciona a EE. UU. nuevamente a la vanguardia en sistemas de control aeroportuario, al menos en lo que respecta al entorno doméstico.
¿Qué significa esto para los pasajeros?
Para el usuario final, este cambio puede parecer menor, casi anecdótico, pero sus implicancias son más profundas de lo que aparentan. La simple acción de no tener que quitarse los zapatos reduce significativamente el estrés y la ansiedad asociados al paso por los controles de seguridad, especialmente para personas mayores, familias con niños o viajeros con movilidad reducida. Al eliminar uno de los pasos más tediosos del proceso, se agiliza el tránsito de pasajeros y se disminuye el tiempo promedio que cada persona permanece en los filtros de inspección, algo crucial en horas punta.
Esta fluidez no solo mejora la eficiencia operativa, sino que transforma por completo la percepción del viaje aéreo. Volar deja de sentirse como un acto sometido a la constante fricción del control para acercarse a una experiencia más fluida, casi invisible, donde la tecnología hace el trabajo pesado sin entorpecer el ritmo del viajero. A medida que el flujo de personas se vuelve más ágil y continuo, incluso los aeropuertos más saturados pueden experimentar una mejora tangible en su funcionamiento.
No estamos, quizás, ante una revolución técnica de gran envergadura, pero sí ante una revolución simbólica: una señal clara de que se puede repensar la relación entre vigilancia y comodidad, entre seguridad y libertad de movimiento. Es el tipo de gesto que, aunque pequeño, apunta a un futuro más amable para quienes se desplazan.
Fuente: aviaciondigital.com