El despertar chileno, por Jefrey Buenaventura

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(Aeronoticias).- Santiago de Chile, uno de los bastiones más importantes de la derecha en la región sudamericana ha sufrido un duro revés la última semana tras una situación de convulsión política y social.

Los resultados fijan sin lugar a dudas la necesidad de encauzar grandes e importantes cambios que reflejen la voluntad de los ciudadanos a vivir dignamente y que además, marcan un hito histórico tras las masiva participación de la marcha pacífica y colorida de ayer que reunió a más de un millón de ciudadanos en Plaza Italia.

Y es que fuera de las injustificables acciones vandálicas registradas hace unos días que consistió en la destrucción de la propiedad privada y atentados a la sociedad civil, la marcha de ayer fue el más grande golpe pacífico, social y multitudinario que pudieron recibir las más altas élites chilenas y grupos de poder tras un justo reclamo.

Una protesta social que nunca debió alejarse del espíritu de sedición con el fin de hacer oír al gobierno de turno que las cosas merecían tener un nuevo giro que devenga en brindar mejores oportunidades de desarrollo y crecimiento para todos.

En efecto, el presidente Piñera se equivocó al subestimar la intensidad de la protesta y probablemente las medidas tomadas no fueron las más oportunas aunque no por ello dejaron de ser necesarias para determinados casos. Y es que por un lado, la población pedía protección militar para sus bienes y familias frente a la carencia de efectivos policiales que los resguarden, y por otro lado, bloques ciudadanos exigían el retiro de los militares porque ahondaba la crisis.

El objetivo del gobierno fue resguardar a la población de los colectivos saqueadores aunque las formas quizás, no fueron las más oportunas. Desaciertos que le pasaron factura al Ejecutivo y motivo por el cual, Piñera se vio motivado a pedir la renuncia de todo su Gabinete. Medida importantísima que brinda un mensaje político para recuperar y salvaguardar nuevamente la estabilidad social en medio del reciente estallido popular.

El modelo chileno no ha fracasado tal como pretenden señalar los opositores del sistema. En efecto, se requieren ajustes y reformas para no repetir los errores que desnudaron a la clase política estos días. Sin embargo, hablar de un cambio de Constitución absoluta o la convocatoria a una Asamblea Constituyente es esgrimir un tufillo filochavista ligero que busca cambiar las reglas de juego de forma radical.

Los chilenos son conscientes de que ese pedido proviene de un sector y no necesariamente de todos. Esto ha significado una sacudida a la derecha chilena que a su vez le enseña que, desinteresarse de los espacios como la educación, formación y cultura y abocarse únicamente en lo económico trae consigo consecuencias como las que acaba de percibir.

Piñera, ahora, tiene la titánica tarea de enmendar dichos errores y consolidar los valores republicanos permita a sus ciudadanos reducir brechas y emprender mejores caminos para seguir creciendo como nación.

Fotografía referencial


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