(Aeronoticas): Gravemos a los ricos que vuelan: el ministro de Transportes de Francia, Clément Beaune, sopesa una idea que ayudaría a reducir las emisiones de carbono, al tiempo que enviaría el mensaje de que todos los miembros de la sociedad deben compartir los sacrificios causados por la crisis energética. Pretende restringir el uso de los aviones privados. Los que utilizan los mandamases de las empresas, los gestores de fondos de cobertura y las grandes figuras de Hollywood son un objetivo fácil en la lucha contra el calentamiento global. Apenas el 1% de los viajeros generan el 50% de las emisiones de carbono del sector de la aviación, según Transport & Environment, un grupo de defensa europeo.
Sin embargo, la pandemia animó a más personas a pagar por el privilegio de evitar el contacto con extraños en los aviones. En los primeros siete meses del año, los vuelos privados en el mundo aumentaron un 22% en relación a 2021, según la consultora de aviación Wingx. La actividad de las aerolíneas comerciales cayó un 18%.
Los gobiernos pueden recurrir a impuestos más altos o a la regulación para dejar en tierra a los aviones privados. Una opción sería obligarlos a entrar en el Sistema de Comercio de Emisiones de la Unión Europea, que por ahora solo se aplica a las aerolíneas comerciales. Los propietarios de aviones privados se verían obligados a comprar derechos de emisión, que funcionan como derechos limitados a contaminar, lo cual encarecería el coste de sus vuelos.
Pero Francia también está valorando la posibilidad de obligar a los usuarios de aviones a demostrar que no tienen otros medios más limpios para llegar a su destino, como las líneas aéreas regulares o el tren. Esto pondría a los pasajeros privados a merced de la burocracia, un serio factor de disuasión.
Cualquier impuesto tendría que ser punitivo para obligar a las estrellas de cine o a los ejecutivos preocupados por su estatus a cambiar sus aviones Gulfstream por un asiento normal de clase preferente. Pero lo recaudado ayudaría al menos a compensar parte de la enorme huella de carbono. Y, a diferencia de la mayoría de los impuestos, hay pocas desventajas económicas. Los consejeros delegados que quieran viajar solos pueden decidir aterrizar sus aviones en el extranjero, pero es poco probable que tenga un impacto significativo en la inversión en Francia. Y las restricciones podrían ser más eficaces si los ministros de Transporte europeos adoptan la idea cuando la debatan en octubre.
De momento, los inversores no parecen preocupados. Las acciones de Dassault Aviation, el fabricante de aviones militares y comerciales valorado en 12.000 millones de dólares que produce el Falcon, uno de los aviones privados más populares del mundo, han cotizado en consonancia con el mercado francés en general desde los comentarios de Beaune del pasado fin de semana. Esto respalda la idea de que los ricos serán reacios a renunciar a los viajes aéreos privados. También aumenta las probabilidades de que se adopten medidas coercitivas.
Fuente: El País