(Aeronoticias).- Está en la experiencia de la mayoría de los viajeros: durante todo el vuelo o en el despegue o aterrizaje, hay que ponerse la casaca o pedir una mantita porque te mueres de frío. ¿Por qué? ¿Acaso existe alguna razón que evite subir la temperatura interior del avión? La respuesta es, efectivamente, no.
El complejo sistema de aire acondicionado de los aviones se encarga de que el interior sea un compartimento estanco fuera del alcance de las gélidas temperaturas que se viven a 12.000 pies de altura. Así, no parece mucho pedir que la cabina ofrezca un refugio calentito y proclive al descanso y el relax para los viajeros.
Sin embargo, lo que suele ocurrir es que el ambiente sea fresco o más que fresco. La razón más habitual es que la temperatura está controlada por el sobrecargo que, por estar en constante movimiento durante todo el vuelo, no pasa frío. Al contrario: quema muchas calorías y puede hasta acalorarse en condiciones en las que el personal que va sentado necesita taparse.
Lo cierto es que, si hablas con cualquier piloto, te dirá que están en lucha constante con los sobrecargos por el aire acondicionado: de tanto ir y venir por los pasillos, sudan la gota gorda, pero los pilotos saben que los viajeros van inmóviles y, por tanto, pasan frío. La lucha no tiene una solución a gusto de todos.
Aún así, un buen consejo para los frioleros es que viajen en la cola. El flujo general de aire en cualquier avión es de delante hacia atrás, así que el aire más fresco o la temperatura más fría se experimenta en la zona delantera. La parte trasera de los aviones suele calentarse más.
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En el futuro, la solución vendrá con los asientos climatizados con los que ya se está experimentando. Son asientos que permiten adecuar su temperatura de forma independiente por cada pasajero: en lugar de que los controles de humificación, los purificadores de aire y los ventiladores sean compartidos por todos, estos estarían integrados a cada asiento.
Fuente: Nomadistas.com