(Aeronoticias).- Róger Abanto, su esposa, su cuñada y su hijo de seis años se colocan de inmediato en la pared de su departamento que colinda con el ascensor de su edificio. Les han dicho que la caja del ascensor es una de las zonas más seguras en caso de un sismo. Dejan la puerta abierta. También les han dicho que es bueno dejarla así porque a veces los movimientos telúricos desplazan los marcos y la gente se queda atrapada. Nadie quiere que ocurra eso.
Estamos en el piso 10. Desde aquí la vista de la ciudad de noche es espectacular. Desde el edificio los Jardines de Máximo Abril, en la esquina de Máximo Abril y Larrabure, en Jesús María, a la espalda del Ministerio de Trabajo, se puede ver el coloso José Díaz. Debe de ser espectacular contemplar las luces del estadio encendido cuando juega la selección. Pero esta noche, en este preciso minuto, el primer minuto después de las 8, no hay tiempo para eso.
Róger Abanto y su familia están participando en el Simulacro Nocturno por Sismo organizado por el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) y las municipalidades de todo el país. Les interesa mucho hacerlo. Viven en las alturas de la ciudad. Y en caso de un terremoto en Lima, creen que cualquier cosa puede pasar. Hay que estar alertas.
1,300 edificios nuevos
Vivimos en el denominado Cinturón de Fuego del Océano Pacífico. Una zona donde se registra el 85% de la actividad sísmica del planeta. Indonesia (2012), Japón (2011) y Chile (2010) son algunos de los países que integran este Círculo en los que se han producido grandes terremotos en los últimos años. Es un lugar común decir que “ya le toca al Perú” o, más precisamente, “ya le toca a Lima”. Hernando Tavera, director de Sismología del Instituto Geofísico del Perú (IGP), lo resume de esta manera: “Sabemos que va a haber un terremoto, es un hecho inexorable. No nos preocupemos de cuándo va a venir ni de qué tan fuerte va a ser. Preocupémonos por lo que estamos haciendo para enfrentarlo”.
Si la posibilidad de un movimiento telúrico atemoriza a quienes viven en casas de uno o dos pisos, a los habitantes de los cada vez más numerosos edificios multifamiliares debe de aterrarlos. La experiencia de vivir un sismo en el piso 10 o en el 20 es, sin duda, singular. Y como va el boom constructor, será cada vez más común para los limeños.
Para julio de 2012, había 1,297 edificios multifamiliares construyéndose en Lima, según datos de la Cámara Peruana de la Construcción (CAPECO). La cifra es solo referencial, porque ha pasado más de un año pero, además, porque no todas las constructoras de la capital están afiliadas a esta institución. Sin duda se están construyendo muchos más. Solo en Miraflores, uno de los distritos que más ha crecido en términos inmobiliarios, se levantaron 367 edificios multifamiliares entre 2010 y 2013. Estas construcciones iban desde los cuatro hasta los 20 pisos. En Jesús María, otro de los distritos preferidos por las inmobiliarias, se han construido 36 en los últimos dos años. Lima crece hacia arriba.
Los Abanto son una de las miles de familias limeñas que viven sobre los 25 metros de altura. Como seguramente a la mayoría, les preocupa saber cómo actuar llegado el momento.
Marco Tantaleán, consultor de la Dirección Nacional de Prevención del Indeci, dice que en caso de sismo lo más importante es mantener la calma. Las personas deben ubicarse en las zonas estructurales más resistentes del departamento, como el encuentro entre una viga y una columna. Al lado de la caja del ascensor es un buen lugar, dice, y también al lado de las escaleras, pero no en ellas. Lejos de los vidrios y de las paredes con anaqueles y objetos que puedan caer. Si el edificio ha sido bien construido, con criterios antisísmicos, se moverá, y mucho.
«Nos vamos a caer»
El minuto ha pasado, pero la sirena no ha dejado de sonar. Róger Abanto coge su mochila y sale con su familia hacia las escaleras de emergencia. El ‘sismo’ ya pasó. Es hora de la evacuación.
Tantaleán dice que las personas que viven del segundo piso para arriba no deben intentar ganar la calle cuando el sismo está en curso. Ya que el edificio se moverá mucho, existe el riesgo de que se caigan y rueden escaleras abajo. Solo cuando el movimiento ya acabó, deben evacuar. ¿Por qué? Porque podría haber réplicas que terminen de provocar la caída de objetos. «En sismos leves no es necesario, pero en los fuertes siempre hay que evacuar», dice.
«Pégate a la pared. Despacio». Róger Abanto le da indicaciones a su esposa mientras coge la mano de su hijo. En la escalera de emergencia ya hay vecinos bajando. Están los Valenzuela, César y sus hijas Solange y Mishell, que vienen del piso 16. «Si bajamos por acá en el terremoto, nos vamos a caer», dice Valenzuela padre. Alguien le explica que hay que bajar solo después de que ha pasado. «¡Ya para qué!», se pregunta, renegón. Sus hijas se ríen.
En la calle, los vecinos de este y otros edificios vecinos se han reunido formando un círculo. Los guía el alcalde de Jesús María, Enrique Ocrospoma, y sus funcionarios del área de Defensa Civil.
Los agentes del Serenazgo ejecutan una operación de búsqueda y rescate con sus dos labradores, Buddy y Rusty. Encuentran a la supuesta ‘víctima’ debajo de unos matorrales, en el predio vecino. Los vecinos aplauden.
El alcalde felicita a los vecinos por participar en el simulacro, pero les llama la atención porque la mayoría no bajó con sus mochilas. «¿Qué pasa si el edificio se desploma, Dios no lo quiera?». Los Abanto se sienten bien. Ellos sí bajaron con su mochila. Trajeron latas de atún, galletas, leche, papel higiénico, alcohol y vendas. Solo les faltó agua y una radio a pilas.
Una norma clave
¿Es posible que los edificios de Lima se caigan con un terremoto? Carlos Maldonado, director nacional de Construcciones del Ministerio de Vivienda, dice que es muy improbable. Al menos en el caso de los edificios modernos, que fueron construidos cumpliendo los requisitos técnicos establecidos por su sector.
«Si han sido diseñados cumpliendo la norma técnica E030, de Diseño Sismorresistente, si han sido elaborados por profesionales y si han sido revisados por las comisiones técnicas de las municipalidades, la idoneidad del proyecto está garantizada», dice.
La norma E030 establece las características técnicas que el proyecto de obra debe cumplir para garantizar que la estructura no colapse ni cause daños graves y que soporte sin problemas movimientos sísmicos moderados.
Por supuesto, hay muchos edificios que colapsarán. No solo los de quincha y adobe que todavía existen en Barrios Altos, el Centro Histórico y el Rímac. También los que han sido levantados de manera informal, sin licencia de construcción y sin cumplir las normas técnicas de seguridad. «Esos no van a resistir un terremoto», dice Maldonado.
Pese a su optimismo, no es alarmista pensar que incluso entre los edificios más modernos habrá los que se vengan abajo. Ocurrió en Chile, un país con normas antisísmicas mucho más rigurosas. En el terremoto de febrero de 2010, Santiago terminó con al menos 24 edificios multifamiliares colapsados. ¿Qué había ocurrido? Las inmobiliarias no cumplieron las normas.
Pero en esas cosas prefiere no pensar Róger Abanto, ahora que se acerca al Centro de Operaciones de Emergencias a pedir una cartilla de información. El edificio Los Jardines se ve sólido. Y ahora él está listo para lo que pueda pasar, cuando pase.
Con información de La República.