(Aeronoticias).-Al calor de los debates sobre el futuro de la presencia económica y militar de Rusia en el Ártico, el país parece haber olvidado que todavía tiene que probar jurídicamente el derecho a llevarse parte del suculento pastel ártico, algo que podría resultarle bastante difícil, escribe hoy Nezavisimaya Gazeta.
El año que viene, una comisión especial de las Naciones Unidas volverá a estudiar la solicitud de Rusia que pretende extender su plataforma continental en el Ártico a las cordilleras subacuáticas Lomonósov, Mendeléyev y Alfa.
Para obtener una resolución a su favor, algo indeseable para el resto del mundo, el país euroasiático deberá presentar una serie de muestras geológicas que tendrá que recolectar a varios kilómetros de profundidad bajo las gélidas aguas árticas.
Y es precisamente ahí donde Moscú podría enfrentarse a importantes dificultades, advierte el diario. Para empezar, Rusia no cuenta con buques oceánicos que permitan realizar este tipo de labores y por tanto se verá obligada a sumarse a proyectos internacionales específicos.
Uno de ellos es el Programa de Perforación Oceánica (ODP), y la participación en él cuesta cerca de 10 millones de dólares al año, una cantidad que hasta ahora ha resultado inaccesible para Rusia.
El país euroasiático, que en 1981 descubrió el yacimiento de Shtokman, una de las mayores reservas de gas en el mundo, no tiene hasta ahora plataformas propias para extraer hidrocarburos en el Ártico ni equipos de exploración sísmica, otra de las realidades que parece haber caído en el olvido, indica el rotativo.
Por último, la publicación recuerda que un día de trabajo de un rompehielos, requisito indispensable para poder llevar a cabo exploraciones en el Ártico, cuesta 120.000 dólares. Ante este panorama y teniendo en cuenta la feroz rivalidad por dominar los tesoros que esconde el área más septentrional del globo, Rusia podría acabar quedándose en tierra firme, en el papel de un simple observador costero, resume Nezavisimaya Gazeta.
Fuente: RIANovosti
Foto: RIANovosti