(Aeronoticias).- Hablar del Virus de Inmunodeficiencia Humano (VIH) no es lo mismo que hablar de la muerte o el fin de tus sueños. Todo lo contrario, vivir con VIH es un nuevo reto que la vida te exige para alcanzar el éxito libre de miedos y prejuicios.
Han pasado más de 25 años desde que se identificó los síntomas de la infección y fue a partir de ese momento que se inició la lucha frontal contra la pandemia que hasta ahora se ha llevado consigo a decenas de miles de personas en todo el mundo en la fase final de la enfermedad.
Hoy, las consecuencias más graves que afectan a las personas con VIH no es el virus que llevan consigo toda su vida, sino más bien el estigma social que las señala y juzga sin razones ni motivos. La ignorancia da pie a expresiones equivocadas sobre el tema, como decir por ejemplo, que la infección se transmite por un abrazo, un beso, una caricia o por compartir los mismos objetos.
Los estudios han determinado que las únicas vías de transmisión son aquellas que tengan contacto directo e interno como una transfusión sanguínea, tener relaciones sexuales sin protección, el parto y la lactancia materna.
No es fácil para una persona seropositiva sobrellevar esta enfermedad, no es fácil soportar el trato que brindan los centros públicos de salud en donde madrugar para esperar en la fila de pacientes con la finalidad de medir el nivel de células CD4 y la carga viral en la sangre. O simplemente para que pases por la consulta con el psicólogo de turno, recojas tus pastillas y te citen hasta una nueva fecha.
Afortunadamente, el Hogar San Camilio así como otros hospitales de la capital es uno de los puntos de consulta y monitoreo para personas que viven con el VIH. Este hogar alberga a niños y familias de escasos recursos que no tienen el apoyo necesario y necesitan del Tratamiento Antirretroviral de Gran Actividad, también conocido como TARGA, un programa que cubre el tratamiento para personas seropositivas en nuestro país.
Las políticas de salubridad nacional para prevenir este tipo de infecciones no están reforzadas por el Ministerio de Salud y existe una falta de concienciación pues solo se habla de SIDA o VIH todos los 1ro de diciembre de cada año mientras que las organizaciones civiles han tenido grandes resultados con las campañas en las escuelas y universidades pero esta actividad aún resulta insuficiente, el problema sigue siendo una alarma.
Existen 72 mil personas portadoras del VIH, de las cuales 26 mil desconocen su diagnóstico, según señala en un informe de este año la organización internacional AHF Perú (AIDS Healthcare Foundation).
Si bien es cierto que, los casos de SIDA se han reducido notablemente en los últimos años gracias al tratamiento, los casos de infección por VIH siguen aumentando en la población joven y ello supone abrir la discusión para tratar el tema en los hogares, las escuelas, las universidades y los centros de trabajo. La estrategia de prevención es imprescindible para estos y muchos otros casos.
El VIH no distingue sexo, raza, color de piel u orientación sexual. La infección, una vez que ingresa al organismo no tiene cura pero sí tratamiento. Por ello, romper los estigmas del miedo o el rechazo hacia las personas seropositivas resulta una acción necesaria si queremos empezar a devolver a la humanidad la sensibilidad perdida.
Y es que, el VIH no discrimina pero el trato déspota y sin remordimiento alguno, sí. La discriminación no solo genera fracturas sociales sino que además alimenta la violencia y el rechazo.
Vivir con VIH no te convierte en un ser extraño, te hace diferente y especial porque luchas contra una enfermedad casi invisible que te sacude por dentro pero te hace más fuerte desde fuera.
Te enfrentas a una lucha en la que el 50% lo da tu fuerza de voluntad y la otra mitad los fármacos, tus aliados en la sangre. El éxito no se queda corto en las personas seropositivas pues depende de ellos que el resultado se refleje también en sus metas y logros.
