(Aeronoticias).-Pese a que su nombre no aparece entre los grandes lugares turísticos del país, ni siquiera hay vuelos desde la capital de la República y para llegar por vía aérea hay que hacerlo desde Tacna o Arequipa; sin embargo los visitantes que llegan a este aislado destino se llevan más de una grata sorpresa.
Cabe precisar que empezando por su plaza central que no tiene la monumentalidad de las construcciones de otras ciudades como por ejemplo Arequipa, pero el centro conserva sus antiguas casonas e iglesias que han soportado devastadores eventos como la Guerra con Chile y el terremoto de 1868. Cada esquina tiene una historia que contar en sus muros.
Moquegua conserva una arquitectura tradicional sureña, principalmente en la plaza central y en calles aledañas como Cajamarca y Moquegua. El techo de mojinete, típico de las construcciones del sur, se mantiene en la mayoría de las casonas.
Esta villa señorial estuvo habitada por distinguidas familias de las que proceden muchas de las más destacadas estirpes limeñas. Los moqueguanos tenían huertos y haciendas en la campiña. Ahora podemos ver parte de este pasado en la Casa de las Serpientes de la calle Tarapacá o en los blasones que adornan las fachadas de la calle Moquegua y en la Casa del conde de Alastaya.
Moquegua también es famosa por su tradición culinaria. La verdadera sazón de estas hermosas tierras la encontrará en sus casas, pero todavía hay restaurantes que conservan las técnicas heredadas de las señoras que guardan sus recetas, Cada sitio tiene su especialidad. No puede dejar de probar los platos locales como el rico chicharrón de camarón, el delicioso cuy frito o patasca, adobo moqueguano, el tallarín con pichón. El chupe de camarón y el pepían se preparan al estilo moqueguano.
En cuanto a dulces no puede dejar de saborear unos alfajores de penco, voladores, tortitas de maís y el lícor de monja. Le aconsejo no dejar de probar los exquisitos guargueros bañados.
Conocer la campiña es una historia aparte. Ya existe desde hace varios años una Ruta del Pisco.
La perfecta combinación de sol, tierra y agua hace que las frutas de esta región sean muy aromáticas. Moquegua tiene entre 12 y 14 horas de ol al día, lo cual crea frutos especialmente dulces. En tiempos de la Colonia, fue un importante productor de vinos y aguardientes, por las condiciones de lo valles y las técnicas que desarrollaron, lo que les permitió producir un aguardiente de uva de alta calidad. La producción recién se recuperó a comienzos del siglo XX cuando en la región se volvieron a cultivar las viñas que rodean la ciudad y han surgido nuevas bodegas que han retomado la vieja tradición de la elaboración del vino y especialmente del pisco.
La bodega por excelencia de esta región es la famosa Biondi, la cual se originó en la década del 50 e introdujo el cultivo de la aromática variedad Italia.
A solo unas cuadras de la plaza central, en la calle Ayacucho, se ubica la bodega Villegas, que es una de las más antiguas de las que funcionan. Aquí se elabora el pisco Norvill, pero su especialidad es el oporto. En su interior se encuentra el museo etnográfico.
La siguiente parada es la bodega Don Camilo, desde donde se tiene una hermosa vista de la campiña de la hacienda Escaparate. Las tinajas de 1600 enterradas junto a los modernos toneles nos cuentan acerca del pasado de la región. Siendo su especialidad Anisado, piscos, vinos y coñac.
Cruzando el puente El Rayo aparece sobre la cima de un cerro una edificación en blanco que imita un castillo medieval, que nos muestra la entrada a Parras y Reyes, una moderna bodega y uno de los viñedos más jóvenes de la región. Produce su propia uva en los extensos viñedos que rodean la propiedad. Acá se elabora la mejor mistela, que es una mezcla de jugo de uva y pisco.
Y a unos diez minutos en auto se llega hasta donde se produce el mejor pisco aromático de la zona: la bodega Paredes.
Un clásico es la bodega El Mocho, en el fundo El Cuadrante, que funciona en el valle de Estuquiña donde se elaboran los mejores piscos quebranta, además de coñac, anisados, vinos y sus deliciosos macerados de ciruela y damasco. El sur no termina en Arequipa, continúe su viaje hacia las tranquilas calles de Moquegua y a sus legendarias haciendas y viñedos para gozar como antes de los sabores preparados con cariño y paciencia
