(Aeronoticias).- Este tema, basado en una película del mismo nombre, nos demuestra la capacidad de contagio de la bondad humana, a través de los pequeños gestos solidarios que cada persona realiza. Estos pequeños gestos de amor permiten cambiar el mundo y a todas las personas, sin importar su edad, tienen el poder de hacerlo.
La película trata de un nuevo profesor de ciencias sociales, que llega a la escuela de Trevor.
Los alumnos toman muy en serio una de las propuestas que su profesor les hace, que consiste en inventar un proyecto para cambiar el mundo y a la vez, ponerlo en práctica.
El sistema que inventa Trevor parece simple, similar a la estructura de un negocio piramidal pero adaptado a la solidaridad. Es decir, ayudar a tres personas en algo que no podrían lograr por sí mismos, y en lugar de que te devuelvan el favor, cada una de estas tres personas debe ayudar a otras tres, y así hasta el infinito.
La trama está diestramente dividida en dos historias concurrentes; una de ellas es la del niño, su alcohólica madre y el profesor; la otra es la de un reportero investigando la cadena de hechos insólitos.
A esto le sigue la abuela que ayuda a un ratero subiéndolo a su carro para escapar de la Policía, la abuela le pide que siga con la cadena de favores y él obedece esta petición ya que por la herida que le hicieron, llega a un hospital donde le hace un favor a un señor al cual no querían atender a su hija, él dispara y obliga a que la atiendan y por ese motivo es llevado a la cárcel.
Pero la cadena sigue con el padre de la jovencita y éste regala su carro a un reportero el cual investiga el caso y quien la inventó.
Un día entrevistan a Trevor para hacerle preguntas sobre la cadena de favores .Ese mismo día Trevor hace su ultimo favor a su amigo al ayudarlo a que no lo molestaran, pero Trevor por defenderlo lo apuñalan y muere.
Todos podemos cambiar el mundo, empezando por uno mismo.
Solo tenemos que transmitir a los demás nuestras buenas intenciones y el deseo imperioso de «hacer el bien sin mirar a quien.» No rendirse jamás.
Trevor no se rindió, ni tuvo miedo, a tal punto que se arriesgó y terminó con su vida, queriendo ayudar a otro. Así como Dios lo hizo por nosotros.
Debemos de imitar esta acción de vida, vivirla, aprovecharla y ganarla. Aprender de nuestros errores, para no volver a cometerlos, y poner en acción nuestras buenas intenciones logrando una interminable cadena de favores para construir un mundo más justo y solidario.
Jorge Paul Beserra Vidal