(Aeronoticias).- Conviven con gente que no lleva su sangre. Enfermeras, trabajadoras sociales, geriatras, asistentes y otras personas adultas mayores, como ellas, son su compañía de cada día.
Por más buen trato que haya en la casa hogar, el albergue, el centro de atención residencial o el local geronto-geriátrico donde están hospedadas, lejos de los hijos y los nietos, y sin la pareja en la mayoría de los casos, las madres de los hospicios añoran el calor familiar.
Los pasillos de lo que la mayoría llama asilo son su universo. Imágenes de santos y fotos de sus familiares, muchos de los cuales no las han visitado en mucho tiempo, adornan los muros de sus pequeños mundos: sus habitaciones.
Su entorno está lleno de calma y de un nostálgico silencio que se rompe cada vez que estudiantes de un colegio o de una institución de educación superior llegan para alegrarlas en días previos a fechas muy especiales como el Día de la Madre, que se celebrará este domingo.
En ese contexto, las madres adultas mayores de los albergues confiesan que ver a sus hijos es una dicha incomparable. Cuando estos las visitan, ellas abren más que nunca los ojos y los acarician como a niños.
Con información de El Comercio.