(Aeronoticias).- Setiembre es un mes de recuerdos. El 11 por los atentados contra las Torres Gemelas que cambiaron la historia del mundo desde la superpotencia. También por el golpe militar pinochetista que desató una ola de terrorismo de Estado en Chile. En nuestros predios el 12 por la caída de Abimael Guzmán, el mayor hito para la pacificación del país asolado por dos décadas de terrorismo y guerra interna.
Recordar es extraer lecciones para que no se repitan hechos nefastos. Tomar acciones y decisiones para que la sociedad no vuelva a vivir los dramas ya vividos. Pero hay quienes apuestan a la desmemoria o a reescribir la historia a su favor. El fujimorismo después de su ejecutoria electoral en el 2011, por la cual se sintieron muy cerca del retorno al poder, con su presencia parlamentaria cree que puede hacernos olvidar lo que hicieron durante una década con las instituciones, con el terrorismo de Estado violatorio de derechos humanos y con la mayor corrupción jamás vista en el Perú.
Ahora critican el Informe de la Comisión de la Verdad como antes rechazaron el Lugar de la Memoria o alentaron ataques al Ojo que llora. La gran campaña mediática muestra, como otras veces, el sesgo fujimorista de los grandes medios.
El 2000 los demócratas logramos derrotar a la dictadura que dominaba los poderes del Estado y los grandes medios de comunicación. Fujimori y Montesinos tenían un proyecto continuista. El frente contra la dictadura reunió a todos los sectores políticos de la derecha a la izquierda, sindicalistas y activistas de base y empresarios y tuvo su más alta participación con la Marcha de los Cuatro Suyos. Después de ella la protesta se convirtió en resistencia sostenida con movimientos regionales y colectivos democráticos a lo que se agregó en el momento más frágil para la dictadura la insurgencia del comandante Humala.
Fujimori luego de su falsa persecución contra Montesinos tuvo que escaparse. El Congreso comenzó otra etapa con la destitución de su presidenta Martha Hildebrandt e impuso el gobierno transitorio de Valentín Paniagua para organizar nuevas elecciones. Pero Paniagua no logró desmontar el aparato dictatorial ni tampoco la depuración de elementos del fujimontesinismo. Carlos Ferrero compartió la mesa directiva con Absalón Vásquez, lo que demostró la supervivencia del fujimorismo aceptado por parte del mismo toledismo.
Las FFAA fueron las más afectadas en su imagen. Nunca hubo tantos generales, tenientes generales, almirantes y otros altos oficiales presos. El viejo militarismo, corrupto y autoritario, reciclado en los 90 con la fachada del montesinismo, fue duramente golpeado. La burocracia neoliberal fujimorista se mantuvo en el aparato del Estado en especial en economía y finanzas, en ministerios, oficinas descentralizadas, empresas públicas y consejos transitorios de las regiones, con operadores directos del viejo régimen a la espera del retorno del fujimorismo.
El modelo económico no ha cambiado. El diseño país sigue siendo el de décadas anteriores. Constitución, leyes, organismos públicos, mecanismo electoral, sistema de seguridad y defensa, relaciones internacionales, políticas sectoriales, programas sociales, parecen ser los mismos en dictadura y en democracia.
En este contexto alentar la mala memoria y el optar por reescribir la historia de lo vivido es alentar el retorno del fujimorismo al poder. La reconciliación es indispensable pero sin sacrificar principios. La democracia debe generar sus propios mecanismos de defensa. Bien el Premier Juan Jiménez Mayor al poner en su sitio la prioridad de los valores democráticos. Bien el Presidente Ollanta Humala al mantener distancia con el fujimorismo y no caer bajo sus cantos de sirena.