Sin embargo, las dudas persisten. El temor es real e incluso algunas federaciones europeas ya mostraron su preocupación por todo lo que aún falta por rematar en un país al que se eligió como símbolo del despegue africano. Según el diario El Mundo, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, se juega mucho. Su decisión de apostar por Sudáfrica, un país alejado de los centros mundiales del fútbol y que acogería el primer Mundial bajo el rigor de los fríos invernales desde el de Argentina en 1978, siempre pasó por delante de otros intereses.
Sin embargo, la realidad de los serios problemas organizativos ya detectados en la reciente Copa Confederaciones provoca la duda y el temor a que el país elegido como anfitrión no llegue a tiempo a la cita. Los contactos se están llevando a cabo de forma muy discreta, entre otras cosas para no deteriorar en exceso la imagen de Sudáfrica. Pero ya se pusieron en marcha los mecanismos necesarios para evitar una debacle y para buscar alternativas si los retrasos se mantienen.
Es más, según informó la «Cadena Cope», la Federación de Estados Unidos es una de las que fue consultada ante la posibilidad de que pueda albergar la fase final. La experiencia del Mundial de 1994 no cayó en saco roto y se trata de un país con las infraestructuras necesarias, incluidos los estadios, para afrontar un desafío de estas características con carácter de urgencia. Sería una carrera contrarreloj de nueve meses.