Piquito de oro

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(Aeronoticias).- En una guarida de lobos, conjuntamente con las hienas, acordaron devastar el bosque con el propósito de apoderarse de cachorros y pichones; y de esta manera, poseer suficiente carne almacenada.

“¡El invierno esta cerca!” rujía desaforado el jefe que comandaba esta acción de muerte. Además, el plan era también, arrebatarle sus pertenencias particulares (Como televisores, equipos de sonido, computadoras, etc.) que con mucho esfuerzo y a plazo habían comprado.

La estrategia de guerra era incendiar parte del bosque para que todos los habitantes huyeran despavoridos. Para lograr este perverso plan, las hienas le robaron a un hombre cazador una pequeña lupa, tan pequeña como una moneda de un céntimo, instalándola de tal modo que los rayos solares provocaran fuego a unas ramas secas.

Era verano y la temperatura fluía a 47ºC. Se provocó el incendio que se propagó a velocidad y tiempo increíble. Efectivamente, los habitantes del bosque huyeron espantados: pichones y cachorritos eran chamuscados y quemados. Un pajarillo de 2cm de alto por 3 cm. de largo, se sobrepuso al miedo y horror y sobrevolando grito: “¡Guerra quieren, súper guerra van a tener!”  Luego arengó ante la multitud temblorosa “¡Vencer! ¡Jamás morir! ¡Siempre vivir! ” Todo temporalmente se calmó.

La contra estrategia a la maña de los lobos y hienas, consistía en dar la noticia de este atropello al jefe de los bomberos de una ciudad que se hallaba a muchos kilómetros de distancia. Este jefe se llamaba Alegría Buendía. “Este plan es imposible” protestaron todos con los rostros amarillos de miedo y terror “El bosque es un infierno” agregaron a coro.

Marito que así se llamaba el pajarito líder de la situación  convocó a un lorito  de apodo Piquito de Oro;  le susurró al oído y le entregó una hoja de naranja escrita con un mensaje para Alegría Buendía.  Piquito de Oro partió velozmente sin hacer preguntas. De esta acción se enteraron los invasores por boca de un traidor; y desde luego planearon capturar a Piquito de Oro para que confiese y luego eliminarlo.

Cuando Piquito de Oro volvía alegre y cantando por la misión cumplida, lo capturaron hiriéndolo con un arma sofisticada y computarizada. Lo torturaron, lo ahogaban en un recipiente con agua, le pegaron, le pusieron corriente eléctrica entre las alas, hasta dejarlo  semi muerto.  Piquito de Oro en su ley, mantuvo silencio.

“¡Fusílenlo!!! “ Fue la orden.

Frente al pelotón de fusilamiento, le dictaron la última oportunidad para seguir con vida: “Tienes 7 segundos para que confieses y salves tu vida”  le grito el Lobo más viejo, panzón y desdentado. “Te regalamos un harén de loras tiernas y te damos una mina de oro, también, varios  pozos de petróleo, y miles de hectáreas de mariguana, si confiesas todo.” ¡No seas tonto!” ofrecían a voz de garganta los Lobos y las hienas.

“¡Siete!” iniciaron el conteo. “¡confiesa quien es tu jefe!”. Silencio de Piquito de Oro.

“¡Quémenle las alas!” ordenaron … silencio musical de Lorito Piquito de Oro.

“¡Seis, cinco, cuatro! ¡Mueve el pico loro desgraciado!”… silencio de sepulcro del que ama a sus semejantes. “Antes muerto que delatarlos” pensaba Piquito de Oro.

“ ¡Córtenle el pipilín!” rugieron las hienas, “¡y dénmelo a mí!”  Solicitó una vieja loba mañosa.

“¡Tres, dos, confiesa, ¿cuál es el secreto, a quién has entregado la comunicación?”… Silencio profundo y prolongado.

“¡¿Qué decía la hoja de naranja, a quién la has entregado?!” “¡Habla torpe pajarraco.!”  Piquito de Oro mudo, callado, tranquilo y silente pensaba “¡El silencio también es guerra, batalla, combate!”.

“¡Preparen armas, apunten!” ordenaron.

El jefe del pelotón de fusilamiento se acercó a Piquito de Oro y le dijo: – ¿Cuál es tu último deseo? – a grito pelado piquito de oro respondió: “¡Volvería  hacer el que hacer, VOLVERÍA A CUMPLIR CON LA MISIÓN QUE SE ME HA ENCOMENDADO!

-¡Fueeegoooo!!! …

Llegaron los bomberos, apagaron el siniestro y los del bosque ganaron la guerra.

Cuentan que antes de la captura, el lorito Piquito de Oro, se tragó la hoja verde de naranja que traía la respuesta de salvación de Alegría Buendía.

El bosque refloreció, verde, fresco y tibio  a la vez.  ¡Ahora, ese bosque se llama PERÚ!»

Piquito de oro

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