(Aeronoticias).- El barco científico alemán Polarstern es indispensable para la investigación de los océanos. Esta temporada recorre las aguas del Pacífico y Atlántico Sur.
Una de las tristes secuelas que dejó el terremoto y maremoto del 27 de febrero de 2010 en Chile fue la pérdida del buque oceanográfico de la Armada «Cabo de Hornos», que ese mismo día sería inaugurado por la presidenta Michelle Bachelet. Salir a terreno –o a alta mar– con equipos de más de 600 kilos no es tarea fácil para los científicos si no cuentan con un barco acondicionado para estas labores, indica el geólogo marino chileno Sandor Mulsow.
Por eso, la oportunidad de integrar una expedición del Polarstern –el mayor barco científico alemán– la califica como «un sueño». Este profesor de la Universidad Austral de Chile participó la temporada pasada en un viaje desde Ciudad del Cabo hasta el sur de América, pasando por las islas Georgias del Sur y el Canal Beagle. Como parte de un equipo multidisciplinario, estuvo investigando por qué existe tan enorme biodiversidad de especies a más de cuatro kilómetros de profundidad, en un ambiente en el que casi no hay alimentos.
Mulsow fue invitado a cooperar en un proyecto de la Universidad de Hamburgo y era el único latinoamericano. «Tenemos un alto nivel de ciencia, a pesar de que somos un país chico. Pero es difícil acceder a realizar una expedición», admite Mulsow. Los costos son altos y faltan expertos. Las universidades y organizaciones europeas, que generan gran cantidad de proyectos de investigación, acaparan las plazas.
Expediciones en el hielo
El Polarstern es un verdadero laboratorio flotante, donde expediciones alemanas y de otros países desarrollan sus proyectos. Su equipo y la capacidad de explorar las regiones polares por tratarse de un buque rompehielos, permite realizar expediciones en zonas de difícil acceso. Con ya 30 años de servicio, a fines del 2012 inició su vigésimonovena campaña, que lo tiene navegando los mares antárticos y subantárticos, recalando en Punta Arenas o las Malvinas para abastacerse y hacer cambios de expediciones.
Esta temporada, excepcionalmente larga, estará en aguas del Pacífico y del Atlántico Sur un año y medio. Recién en mayo de 2014 regresará a su puerto de origen en Bremerhaven, al norte de Alemania, donde opera el Instituto Alfred Wegener para Investigación Polar y Marina (AWI, por su sigla en alemán), al cual pertenece.
Ciencia joven
Alexandra Segelken-Voigt integró la expedición de jóvenes científicos alemanes y de otras nacionalidades entre enero y marzo de este año. Esta estudiante de biología marina de la Universidad de Oldenburg está investigando la vida en el fondo marino antártico y con ayuda de una cámara que baja a las profundidades pudo captar sorprendentes imágenes.
«Es la primera vez que voy a la Antártida y fue fantástico», cuenta Alexandra-. «Pienso que el proyecto no hubiera sido posible sin el Polarstern». De regreso en Alemania, está trabajando en el AWI en su tesis de magíster basándose en el estudio de las muestras y miles de imágenes obtenidas.
Trabajo cooperativo
El profesor Gerhard Bohrmann, del Instituto Marum de la Universidad de Bremen, tiene experiencia en expediciones a la Antártida. Ya ha ido unas siete veces y esta temporada fue el director a bordo en uno de los viajes. Estuvo tres semanas, entre marzo y abril, navegando por el Atlántico Sur para investigar los gases y fluidos que emanan del suelo marino. «Nuestro foco de estudio está centrado en las emisiones de fluidos, especialmente metano, que emanan de los sedimentos marinos. Nos interesa entender la frecuencia e intensidad de esas emanaciones y su impacto en la química y biología del fondo marino», explica Bohrmann.
Éste es un estudio de largo plazo, que ya lleva varios años y que se ha desarrollado en diferentes mares. Al mismo tiempo, otros equipos a bordo del Polarstern desarrollaron otros proyectos. Un grupo de Bélgica se dedicó a la observación de ballenas y uno de la Universidad de Colonia se instaló en las Islas Georgias del Sur para hacer estudios de sedimentos.
La actividad en el Polarstern es siempre intensa y se caracteriza por la cooperación internacional y entre diferentes disciplinas. Junto con la tripulación de unas 50 personas, participan unos 45 científicos en cada viaje. El barco cuenta con laboratorios y equipo para realizar ahí mismo buena parte de las tareas.
Allí se da una dinámica diferente al trabajo de laboratorio, que es habitualmente solitario. «Todos los días hacemos reuniones. Discutimos el programa del día y los resultados entre los científicos de diferentes disciplinas, lo que constituye una gran experiencia y es fundamental para el desarrollo coordinado de la ciencia durante y después de la expedicion», destaca Bohrmann.
Autora: Victoria Dannemann
Editor: Diego Zúñiga
Deutsche Welle.