(Aeronoticias) El proyecto minero Tía María se ha convertido en un símbolo para el país en numerosos campos. Está en juego la defensa de la democracia o si se prefiere la anarquía, el principio de autoridad o la subversión, la paz o la violencia, riqueza o pobreza, minería o atraso, libertad o chantaje, progreso o barbarie, el sistema económico o el caos, la verdad o el engaño, el respeto a la ley o a la extorsión.
Por televisión hemos visto con indignación cómo los terroristas antimineros se enfrentan a las fuerzas del orden y no solo de Arequipa, sino que de otros lugares del país han acudido a realizar vandalismo contra la propiedad privada, la destrucción de los adoquines de las calles de la Ciudad Blanca. Asimismo, el ataque y saqueo a las viviendas de los dirigentes de asociaciones comunales que expresaron su apoyo al proyecto minero.
El Estado tiene que imponer el orden y rescatar a las poblaciones secuestradas de Cocachacra -y del Valle del Tambo en general- por los terroristas antimineros, que las han engañado y empujan hacia el desorden y a una malentendida defensa del agro. La extorsión de los malos dirigentes que quisieron arreglar el problema con “lentejas”, la muerte de policías y civiles a manos de los terroristas antimineros, no pueden quedar impunes. Los paramilitares “espartanos”, los “huaraqueros” deben estar bien presos.
Tía María tiene que ir porque está en juego la supervivencia del Perú, el futuro de las inversiones y el principio de autoridad. El Gobierno no debe ser blandengue y los políticos opositores deben comportarse como líderes que la nación necesita.
Pedir pausa o que salgan las Fuerzas Armadas de Arequipa por cálculos políticos es irresponsable e inmoral. El Perú no necesita esa clase de políticos, asustadizos y mequetrefes.