Los insurgentes iraquíes lograron golpear de nuevo el lunes en el corazón de Bagdad, a pesar de las fuertes medidas de seguridad, y matar a 36 personas en atentados suicidas perpetrados con pocos minutos de intervalo contra tres hoteles de la capital. Estos ataques coordinados se produjeron a menos de dos meses de las elecciones legislativas, previstas en marzo, y amenazan con asestar un nuevo revés al primer ministro Nuri al Maliki y a su coalición, el Estado de Derecho.
Los kamikazes, al volante de tres minibuses cargados de explosivos, hicieron estallar sus vehículos en diferentes barrios de la ciudad, con pocos minutos de intervalo, según fuentes de la seguridad. Además de los 36 muertos, al menos 71 personas resultaron heridas. Los ataques, perpetrados hacia las 15H30 (12H30 GMT), tuvieron lugar pocas horas antes del anuncio de la ejecución, por ahorcamiento, de Alí Hasan al Majid, esbirro de Saddam Hussein más conocido como «Alí el Químico», condenado a muerte en cuatro ocasiones, especialmente por la matanza en 1988 de 5.000 kurdos.
Un responsable del ministro de Interior iraquí informó a la AFP que los kamikazes hicieron estallar sus vehículos cerca de los hoteles Palestina -en el barrio de Abu Nawas-, Babel -en el sector central de Karrada- y Hamra -en Jadriya- en el sur de la capital. Las explosiones dejaron grandes nubes de humo en el cielo de Bagdad. La policía y el ejército impedían a los periodistas y a los curiosos acercarse al lugar de las explosiones.
El hotel Palestina y el Hamra eran los lugares de residencia habitual de la prensa extranjera en Bagdad antes de la guerra de 2003. En la actualidad, los tres establecimientos son frecuentados por los hombres de negocios iraquíes o extranjeros, y a menudo acogen foros económicos. Las televisiones locales difundieron imágenes del atentado contra el Palestina, situado cerca de la plaza donde las tropas estadounidenses habían derrumbado una estatua de Saddam en 2003.
Los muros de hormigón instalados para proteger de las explosiones se desmoronaron y varios automóviles quedaron totalmente calcinados. En al menos uno de los ataques, contra el hotel Hamra, varios hombres abrieron fuego contra los guardias del establecimiento, y cuando éstos corrieron a resguardarse, el suicida al volante del minibús aceleró en dirección del hotel.
El Primer ministro británico Gordon Brown condenó «totalmente» los atentados, al considerar que la violencia no tiene «ningún lugar en el futuro de Irak».
Por su parte el jefe de la ONU Ban Ki-moon llamó a los iraquíes a «seguir comprometidos en la vía de la reconciliación pese a los atentados, en especial en el marco de los preparativos para las próximas elecciones».
Estos atentados recuerdan a los ataques que en agosto, octubre y diciembre tomaron como blanco los símbolos del Estado iraquí y dejaron más de 400 muertos. El 19 de agosto, un doble atentado suicida con camión bomba contra los ministerios de Relaciones Exteriores y Finanzas causó 106 muertos y 600 heridos.
El 25 de octubre, les tocó el turno al ministro de Justicia y a la sede del Gobernador de Bagdad, donde murieron 153 personas y más de 500 quedaron heridas. El doble atentado fue reivindicado por el Ejército Islámico de Irak, la rama iraquí de Al Qaida. El 8 de diciembre, cinco atentados simultáneos dejaron 127 muertos y 448 heridos.
Debilitados, los insurgentes iraquíes cambiaron de estrategia hace seis meses. Abandonaron la guerra confesional y ahora, cuando se acercan las legislativas del 7 de marzo, llevan a cabo acciones espectaculares en Bagdad. Varios responsables del ejército estadounidense en Irak advirtieron del riesgo creciente de atentados antes de los comicios. Por su parte, el primer ministro Al Maliki no ha cesado de atribuir estos ataques a una coalición formada por ex responsables del partido de Saddam, el Baas, y a miembros de Al Qaida.