La salud como experimento político, por Jefrey Buenaventura

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(Aeronoticias).- La crisis por la pandemia nos ha estallado en la cara y sin remedio alguno. Las medidas con el fin de amortiguar el impacto y sobre todo el colapso de nuestro tan débil, desfasado y maltratado sistema de salud no han sido del todo efectivas.

 

Nunca imaginamos estar en la lista de los países considerados posiblemente como el futuro epicentro para la expansión del virus en esta región del mundo, tal como lo acaban de describir algunos estudios recientes.

 

Definitivamente suena alarmante y no es para menos que ocupemos en la actualidad el segundo lugar con el mayor número de infectados en Sudamérica después de Brasil.

 

La estimaciones del Ejecutivo apuntan a que ya alcanzamos el pico de infecciones y nos encontramos en la fase de una meseta de contagios comunitarios. Sin embargo, para otros especialistas esto no se puede predecir de forma tan certera debido a la heterogeneidad de las infecciones al interior del país.

 

En algunos departamentos las infecciones mantienen una tasa controlada o en el mejor de los casos, es baja, mientras que en otros, el nivel de contagios tiende a un crecimiento de carácter exponencial, lo cual dificulta que los registros y subregistros brinden una información cercana a la realidad.

 

El número de muertos con sospecha de Covid-19 no registrados es otro dato que alerta a las autoridades locales pues las estimaciones del Gobierno describen un panorama diferente. El total de defunciones reales muy probablemente supere las cifras oficiales.

 

El Parlamento por su parte ha emprendido una serie de acciones legislativas que, en el ámbito del sector salud quedan abiertas a un plano bastante discutible.

 

Entender que la reforma de salud en estos momentos resulta bastante complejo por el tratamiento que conlleva es algo que a los parlamentarios, al parecer, los tiene sin cuidado.

 

Existen cinco dictámenes aprobados anteriormente de manera express y sin previo estudio técnico. La pobre justificación que exponen es que el estado de emergencia sanitaria los apresura a actuar tan repentinamente y sin considerar el valor que merece el debate sobre el tema en cuestión.

 

Dichas medidas no solo generan una posible y futura debilidad en la aplicación de las normas sino que además, la coyuntura que atravesamos es pésima para intentar reformar al caballazo algo que merece la atención especializada en todos los ámbitos pertinentes.

 

Por el momento y mientras dure la emergencia sanitaria resulta necesario y prudente elaborar normas y reglamentos que puedan enfrentar y medir el comportamiento del virus. Pensar en una reforma absoluta a estas alturas podría generar más problemas que soluciones a mediano y largo plazo.

 

Ojalá nuestros legisladores tengan en cuenta que reformar de manera integral la salud no es una suerte de experimentos políticos para intentar probar cuál es la receta que mejor funciona en medio de una pandemia. Un error de esa naturaleza nos puede costar muchas más vidas de las que ya hemos perdido.

 

Fotografía referencial*

 


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