(Aeronoticias) Uno piensa en grande cuando de humilde (Sentido de conformismo) tiene poco, y piensa en nada cuando de mediocre tiene mucho. El momento de la elección vocacional toca las puertas de tu presente en el vecindario del futuro. No conoces la espléndida sensación del éxito sin haber saboreado el preludio de la duda y su hermana la decisión.
Llegado los 14 momentos de alegría plasmados en foto que toma la madre, uno empieza a sentir un clima de madurez en medio de una lluvia de emociones torrenciales que son bien seguidas de un arcoíris de satisfacción personal. ¿Pero, qué puedo hacer? Por un lado he de ser recomendado a tener un trabajo pragmático y de paga segura… cheques, propiedades, sociedad (aristocracia), contactos, empresas… en fin un rascacielos de bienes materiales y socioeconómicos que me brindaría una vida “PERFECTA” según la idiosincrasia económica actual absolutista.
Supongamos que llevo mis capacidades cognitivas al máximo, siendo un naipe más de la baraja de un estereotipo creado por la población: “El Ingeniero”. Si, con “I” mayúscula de “IGUAL” a todos. Con esto no quiero referirme directamente a que ser un profesional sea malo sino que me pongo a pensar, ¿Cuánto tiempo aguantaría ver televisión?
Digamos que vería las noticias ausente de un gesto de tranquilidad pues sufriría como siempre observando impotente las injusticias de un gobierno inexperto y sesgado de malicia. Así pues haber estudiado una ingeniería me habría dado, en el mejor de los casos, mil papeles de certificación, nombre egregio y prestancia, pero… ¿QUÉ PASÓ CON MI PATRIA? No es un capricho, es una vocación, un deber moral y NECESARIO.
“Aquel que busca en una jungla un tesoro perdido y lo encuentra no se lleva el botín, más bien lo deja enterrado, le comenta a los camaradas y en conjunto lo reparten cada quien con lo justo y pensando en qué productivamente puede ser invertido el dinero, claro, rogándole a Dios desaparezca su avaricia, egocentrismo y aparezca su humildad”. Ese es el peón honrado que lucha por el bien común. ¿Entonces que concluyo de todo esto? Simplemente que Dios da dones y privilegios a aquellos que quieren poseerlos, no por suerte sino por convicción. Y yo le pido que me alumbre de valores y voluntad para cambiar a la nación del sol y la luna, la tierra de los Andes, del mar y la costa, el llamado por los héroes ¡Perú! Y encarnado en una bandera rojiblanca enfrascada en sentimientos e historia.
Si tengo dinero, subsistiré; si tengo familia, viviré; si tengo a Dios, creeré; si tengo amor, amaré; si tengo fama, gozaré, pero definitivamente si soy presidente de la tierra del inca y cambio hasta la más mínima corrupción, peculado o tráfico de influencias, en paz divina y embriagado de orgullo moriré.