En Barcelona la alegría era mitigada, las fuerzas del orden no dejaron al pueblo catalán festejar a lo grande y en Mallorca los alemanes residentes en esa ciudad se lamentaban por la caída del equipo teutón.
Los hinchas españoles celebraron la victoria con un interminable accionar de cláxones y con los ocupantes de los autos sacando banderas por las ventanillas y haciéndolas flamear, cantando durante todo el trayecto que recorre el paseo de la Castellana y las plazas de Colón, mientras muchos otros caminaban hacia la plaza de Cibeles, donde se concentró una gran cantidad de aficionados.
Un fuerte contingente policial vigiló las calles y pasajes, asimismo las estatuas de Colón y Cibeles estaban acordonadas para evitar que los hinchas se subieran a ellas. Los festejos en las calles de Madrid se prolongaron hasta pasada la medianoche. Sonidos de bocinas, cánticos y vuvuzelas animaron las celebraciones en todo España.