¿Se puede acabar con el hambre? El Papa Francisco dice que sí.

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(Aeronoticias).- En un reciente discurso del Papa Francisco a los dirigentes de la FAO (organismo de Naciones Unidas para terminar con el hambre en el mundo), explicó que el problema del hambre en el mundo no puede solucionarse sólo con el aumento de la producción, pues esta es más que suficiente para alimentar a los millones de personas que sufren y mueren de hambre, lo cual constituye un verdadero escándalo. Es necesario, pues, encontrar la manera de que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que aumente la diferencia entre los que más tienen y los que tienen que conformarse con las migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, equidad y respeto a todo ser humano.

No es suficiente buena voluntad para solucionar este problema, dice el Papa. A la marginación, la violencia, y la violación de las libertades fundamentales, hay que añadir la especulación financiera, que en este momento condiciona el precio de los alimentos, tratándolos como cualquier otra mercancía y olvidando su destino primario. Mientras la dignidad humana no sea el pilar sobre el cual construir estructuras capaces de colmar las diferencias, no se conseguirá nada. No hay nada que hacer mientras se mantenga la lógica del poder de unos pocos, que excluyen a la mayoría de la población mundial y generan pobreza y marginación, disgregación social y corrupción.

La verdadera crisis, dice el Papa, es de convicciones y valores. Acude el Papa al ejemplo evangélico del samaritano que no socorre a quien está necesitado como un gesto de caridad o porque dispone de dinero, sino para hacerse uno con aquel a quien ayuda: quiere compartir su suerte. En efecto, tras haber dejado dinero para curar al herido, anuncia que volverá a visitarlo para cerciorarse de su curación. No se trata de mera compasión o tal vez de una invitación a compartir o a favorecer una reconciliación que supere las adversidades y las contraposiciones. Significa más bien estar dispuestos a compartirlo todo y a decidirse a ser buenos samaritanos, en vez de personas indiferentes ante las necesidades de los demás. Por eso, a la FAO y todos a sus Estados miembros, así como a toda institución de la comunidad internacional, lo que se les pide es una apertura del corazón. Sólo esta conversión solucionará el problema del hambre en el mundo.

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