Antropo-Visión para un nuevo Perú

Los peruanos, para comprendernos y convivir armónicamente en medio de nuestra gran diversidad, tenemos que adquirir una antropo-visión, es decir la capacidad cognitiva de percibir, entender y respetar las diferencias culturales. Solamente así forjaremos una patria próspera y solidaria, sin discriminaciones.

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(Aeronoticias): Gillian Tett es una brillante profesional dotada de aquellas capacidades cada vez más indispensables dentro de nuestro complejo entorno global: ella es Jefe del Comité Editorial de The Financial Times, en Estados Unidos, pero también es antropóloga. Su experticia transdisciplinaria le permite abordar variados fenómenos contemporáneos con una amplitud de miras y profundidad analítica de la que carecen la mayoría de otros profesionales, educados bajo patrones monodisciplinarios. Ella acaba de publicar un nuevo libro, Anthro-Vision. A New Way to See in Business and Life (todavía no existe una edición en español del mismo, pero su título puede traducirse como “Antro-Visión. Un Nuevo Modo de Ver en los Negocios y en la Vida”). Se trata sin duda de una obra seminal, que induce a repensar sobre las complejidades del quehacer contemporáneo, y que invita a comprender con mayor hondura los acontecimientos actuales en nuestro Perú. Este debiera ser libro de cabecera de políticos, empresarios, funcionarios públicos, y en general de toda persona intelectualmente inquieta.

Muchos de los problemas fundamentales que el Perú afronta requieren, para ser abordados con eficacia, de enfoques transdiciplinarios
Muchos de los problemas fundamentales que el Perú afronta requieren, para ser abordados con eficacia, de enfoques transdiciplinarios | Fuente: Andina

Gillian Tett aboga por la necesidad de integrar a la Antropología y sus técnicas en el modo en que las empresas, los gobiernos y las personas conducen sus actividades. El nuevo enfoque transdiciplinario que ella propone ya viene siendo aplicado desde años atrás por diversas de las corporaciones más importantes del mundo con el propósito de comprender mejor los entornos de sus clientes y sus trabajadores, y para proyectarse hacia las futuras tendencias de los mercados con mayor eficacia. Es más, ese enfoque ya se ha asentado académicamente, por ejemplo a través del Journal of Business Anthropology.

ett fundamenta su propuesta conceptual con una gran diversidad de casos extraídos de la realidad. Por ejemplo, sostiene, si los directivos de bancos y de entes gestores patrimoniales emplearan la antropo-visión, “verían cómo su tribalismo interno y sus sistemas de compensación salarial incentivan incurrir en altos riesgos (como vimos en la crisis financiera de 2008)… y cómo su dependencia de modelos abstractos puede enceguecerlos ante las consecuencias de sus innovaciones en el mundo real».

En la necesidad de poder apreciar el mundo bajo una perspectiva antropológica subyace la constatación que los códigos culturales -cómo las personas piensan, actúan, se relacionan entre sí, realizan intercambios, perciben a los foráneos, etc.- se manifiestan principalmente en forma implícita; es decir, que las personas tienden a asumirlos como naturales, sin cuestionárselos. Nos resultan tan obvios, que ni siquiera somos plenamente conscientes de su existencia. Cabe aquí como analogía esta cita de Ralph Linton: “Lo último que un pez notaría alguna vez es el agua”.

Esta sensación de obviedad es la que nos impide reconocer que otras personas puedan desenvolverse bajo códigos culturales distintos. Es decir, la propensión originaria de todos nosotros, los humanos, es la de asumir que nuestros patrones culturales son los correctos, y que quienes se desenvuelven bajo otros distintos están equivocados, o simplemente no alcanzamos a comprenderlos. Solamente a partir de una exposición directa, sistemática y reflexiva a otros contextos culturales es que las personas empezamos a adquirir la capacidad de percibir de un modo valorativamente más flexible y tolerante las formas de ser, de pensar y de relacionarse, de los otros.

Esta es una cuestión fundamental para nuestro Perú en vísperas que celebremos el Bicentenario de la Independencia: somos una patria conformada por una variedad de entornos culturales distintos, pero que a lo largo de estos dos siglos de existencia no hemos alcanzado a comprendernos y aceptarnos en nuestra diversidad, y a construir una identidad colectiva basada en el reconocimiento de esa variedad.

Nuestra falta de antropo-visión se expresa de muy diversas formas. Ni en las escuelas de negocios ni en las de gestión pública se enseñan cursos de antropolología, de modo que formamos a las nuevas generaciones de decisores bajo moldes monoculturales que los hace incapaces de encarar nuestras diversidades. En el ámbito del marketing, eso se expresa a través de la generalidad de propuestas publicitarias que no solamente son racistas, sino que también son ineficaces para apelar a segmentos significativos del público objetivo.

Esa carencia de antropo-visión está también a la base de los crecientes divorcios dentro de distintos sectores de nuestra sociedad; entre Lima y el resto del país; y entre las empresas mineras y las comunidades vecinas (principalmente altoandinas).   

De modo singularmente evidente y crudo, la misma ausencia se ha expresado en el reciente proceso electoral. La controversia sobre un supuesto fraude en las mesas de votación tiende a exhibir desgarradoramente nuestro desencuentro existencial como nación. No corresponde aquí formular un análisis integral sobre la validez o no de tal alegación, tarea que compete al Jurado Nacional de Elecciones y eventualmente al Ministerio Público. Cabe si referirse a algunas de las imputaciones viéndolas bajo un prisma intercultural. Con el respaldo de prominentes abogados limeños y de falibles peritos grafotécnicos, se han analizado las firmas de votantes y de miembros de mesas de sufragio de apartadas localidades altoandinas, sosteniendo que muchos casos las que aparecen en las listas de electores o en las actas electorales no coinciden con las registradas ante el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC), lo cual supuestamente probaría la comisión de fraude. Aunque ese cotejo de firmas parecería aparejar prueba concluyente de delito, presumiblemente yerra por adolecer de contextualización cultural: en el mundo rural andino, las personas viven poco expuestas a la formalidad, así como bastante abandonadas por la institucionalidad estatal y la economía de mercado. El empleo de la firma personal es, por tanto, mucho menos usual que en zonas urbanas, y de consiguiente, la natural propensión a la variabilidad en su uso es mucho más intensa que la que nos afecta a quienes firmamos documentos de modo más recurrente.

Igualmente, para un observador poco familiarizado con los patrones culturales de las sociedades altoandinas, llama a perplejidad la casi nula eficacia que tuvo la propuesta electoral de pagar directamente a los residentes locales hasta el 40% del monto actualmente percibido por los gobiernos subnacionales bajo el concepto de canon. Ese pago habría significado un significativo beneficio económico personal; pero quienes idearon tal propuesta electoral ignoraron el carácter profundamente colectivista que caracteriza a los entornos sociales hacia los que aquella estaba dirigida, y que por tanto afectaba valores fundamentales de la convivencia como lo son la identidad y la solidaridad.

En suma, muchos de los problemas fundamentales que el Perú afronta -conflictos socioambientales entre comunidades y empresas extractivas, desencuentro entre Lima y el resto del país, rezagos racistas y enraizadas prácticas discriminatorias, etc.- requieren, para ser abordados con eficacia, de enfoques transdiciplinarios. Dentro de ese marco, la Antropología y sus técnicas pueden aportar muchísimo, si le prestamos mayor atención. Ella puede ayudarnos a comprender a esos otros extraños, que son tan peruanos como nosotros y que merecen gozar efectivamente de los mismos derechos y oportunidades que los demás, así como a explicar aquellas muchas dimensiones de nuestra realidad que, no obstante mostrarse a plena vista, nos son esquivas.

La mayor promesa que podemos hacernos, y el más grande legado que podemos dejar a las futuras generaciones en vísperas de celebrar el Bicentenario de nuestro nacimiento como república independiente, es forjar una patria donde todos nos comprendamos y toleremos mejor en medio de nuestra vasta diversidad, y donde todos asumamos solidariamente la responsabilidad de brindar derechos y oportunidades de realización iguales a nuestros demás compatriotas.

Fuente: Rpp Noticias https://rpp.pe/columnistas/oscarschiappapietra/antropo-vision-para-un-nuevo-peru-schiappa-noticia-1348146

Redacción: Oscar Schiappa-Pietra

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